El peso, atractivo por la revaluación

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Los inversionistas extranjeros prevén ganancias con una revaluación cambiaria, dice Alfredo Coutiño; las bajas tasas de interés en Europa, EU y Japón hacen de México un mercado atractivo.

Por: Alfredo Coutiño*

El peso mexicano se ha convertido en el destino de los flujos de capital que buscan mercados más rentables, seguros y con mayor potencial a futuro. 

El país aún reporta diferenciales de tasas de interés positivo, pero el mayor atractivo para los inversionistas extranjeros está en las ganancias potenciales de capital generadas por una mayor revaluación cambiaria.

Así, para bien o para mal, el peso se ha convertido en una de las monedas más fuertes de la región. Una posible intervención cambiaria podría darse cuando la paridad caiga por abajo de 11 pesos y sin tener que mover la tasa de interés.

Las entradas de capital han continuado en los últimos meses y a raíz del aumento en la liquidez global generada por la nueva ronda de relajamiento monetario en Japón, aunado a la prolongación de las inyecciones de liquidez en Estados Unidos e Inglaterra.

Ante las bajas tasas de interés en Europa, Estados Unidos y Japón, los capitales encuentran en México un mercado muy atractivo y con mayor potencial. Esto ha generado un exceso de dólares en la economía, lo que se ha reflejado en presiones revaluatorias sobre el peso.

Los mercados no han descartado una posible intervención de las autoridades monetarias. Lo cual puede suceder cuando la paridad empiece a alcanzar niveles que amenacen la competitividad general de la economía.

Las perspectivas para los flujos de capital son positivas para el país a lo largo del año y sobre todo para la segunda mitad cuando se den pasos más concretos con respecto a las dos principales reformas de fondo: la fiscal y la energética.

De hecho, se espera que los flujos de capital arrecien en previsión de una posible aprobación de las reformas antes de fin de año, con lo cual las presiones revaluatorias podrían llevar al peso a terminar el año con una paridad de entre 11.50 y 11.75 por dólar.

Esta situación aumentaría la probabilidad de una intervención monetaria en el mercado de cambios, aunque no necesariamente la detonaría. Sin embargo, el peso empezaría a perder competitividad real cuando la paridad cayera por abajo de los 11 pesos. Ya que a partir de allí el peso empezaría a acumular una revaluación real, dado el diferencial de inflaciones entre Mexico y los Estados Unidos desde el estallido de la crisis global a finales del 2008.

Así, en el momento en que la paridad caiga por abajo de 11 pesos, la intervención cambiaria alcanzaría su más alta probabilidad de materializarse.

Dado que la tasa de interés se ha convertido en el instrumento por excelencia de la política monetaria, los mercados especulan y recomiendan que la intervención cambiaria debería hacerse a través de más recortes de tasas con el fin de desestimular las entradas de capital.

Sin embargo, el manejo de tasas impone un “aparente” dilema a la política monetaria entre revaluación e inflación. Por un lado, el recorte de tasas para reducir la revaluación cambiaria podría generar condiciones de liquidez para una inflación al alza. Por otro lado, un alza de tasas para combatir la inflación podría generar un mayor atractivo para los flujos de capital.

Sin embargo, este dilema solo existe si se considera que la tasa de interés es el instrumento ideal para atacar estos dos problemas. Dicho dilema desaparece cuando se hace uso de un instrumento más poderoso, eficiente, transparente, menos distorsionante y más amigable para el mercado: acumulación de reservas internacionales combinada con un proceso de esterilización monetaria.

Es decir, por un lado, el banco central entra al mercado de cambios a comprar dólares de manera directa o a través de subastas, con lo cual se reduce el exceso de dólares en la economía y amortigua la revaluación del peso.

Por otro lado, para neutralizar los pesos que emite por cada dólar, el banco los esteriliza a través de la emisión de instrumentos de regulación monetaria o por la imposición de reservas bancarias, lo cual le permite controlar el exceso de liquidez monetaria en la economía.

A pesar de que este mecanismo implica un costo financiero por la mayor acumulación de reservas -derivado del diferencial de tasas internas y externas, la medida tiene la gran ventaja de que le permite a las autoridades controlar el exceso de dólares, reducir la revaluación cambiaria, retirar el exceso de pesos en circulación y, consecuentemente reducir las presiones de demanda sobre la inflación; todo esto, sin tener que tocar la tasa de interés.

Por supuesto, también existe la posibilidad de reducir el costo financiero de acumular más reservas a través de reducciones adicionales en la tasa de interés por parte del banco central. Sin embargo, tasas de interés más expansivas imponen el riesgo de crear condiciones favorables para una inflación al alza. Por lo cual, no vale la pena correr este riesgo.

Así, ante las perspectivas económicas prometedoras de cara a las nuevas reformas, el destino del peso mexicano parece seguir la misma senda de aquellos países que se convirtieron en “víctimas de su propio éxito”.

*El autor es Director para América Latina de Moody’s Analytics.

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