‘Existimos aunque nos nieguen: somos autodefensas contra Los Zetas en Veracruz’

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El 8 de marzo de 2013, convocados por el párroco del pueblo, los vecinos salieron a la calle a exigir seguridad

El hombre que sostiene una escopeta en medio de la sierra es un fantasma. Él es un rumor, una fantasía, no existe, según el gobierno, pero cargando un arma recortado calibre 20 es tan real como un hombre de músculos y huesos esperando a soltar un disparo que puede arrancar de tajo un brazo.

Con la mano izquierda abraza el cerrojo del arma. Con la mano derecha atenaza la culata. A su lado, un embozado le sostiene una carrillera de 48 municiones expansivas. El hombre que no existe, según el gobierno, toma una bala tan gruesa como la yema de su dedo índice y la introduce en el fusil, quita el seguro, pone el dedo en el percusor y provoca un sonido metálico al amartillar su rifle que suena estremecedoramente verdadero.

Estamos a la mitad de la nada. No hay casas en varios kilómetros a la redonda ni señal de celular para ubicarnos en un mapa. Por aquí no se pasea ni un extraviado. La inmensidad de la sierra en el estado de Veracruz, ubicado al oriente de México, sirve para tener este encuentro a escondidas del ejército, pero no somos los primeros en usar el lugar como escondite: desde 2013, al menos, éste es el refugio del sanguinario cártel que domina la zona. Nosotros y ellos pisamos el mismo territorio, sin saber quiénes son los caseros y quiénes los intrusos.

“¿Vas a grabar esto?”, pregunta el hombre que no existe según el gobierno y el lente enfoca su rostro descubierto. Para posar sin imperfecciones, se limpia el sudor que causan 26 grados centígrados y una caminata de 30 minutos por senderos terregosos para llegar hasta donde estamos.

“Mi nombre es Román Vázquez González, líder de las autodefensas de la sierra de Zongolica. Y aquí estamos presentes… “

Entonces, apunta al cielo y jala el gatillo.

El municipio que alguna vez fue una apacible pueblo de campesinos en la franja más pobre de Veracruz comenzó su transformación en un escondite de 350 kilómetros cuadrados para los grupos criminales.

Ríos, cuevas, grietas y precipicios mortales en la sierra servían como guarida natural para narcomenudistas, sicarios, secuestradores y asaltantes de camionetas ligados al grupo criminal Los Zetas con presencia en ciudades aledañas como Orizaba. Para ellos, controlar Veracruz significa apoderarse de la costa en el Golfo de México, de la entrada a Tamaulipas — estado fronterizo con Estados Unidos — y de una orografía tan accidentada que sólo los locales pueden moverse por ella sin perderse.

Sin embargo, al poco tiempo, el cártel notó que el pueblo guardaba su dinero en efectivo por la falta de bancos y comercios con terminales bancarias. Ese dinero constante atrajo extorsiones, secuestros y disputas a balazos que dejaron varios muertos. El miedo eran tan intenso que en noviembre de 2012 las autoridades aprobaron un toque de queda para menores de edad que empezaba con el primer minuto de las diez de la noche.

Pero eso no evitó otra tragedia callada, alejada de la prensa nacional: el 9 de enero de 2013, hombres ligados al cártel “de la letra” raptaron a tres jóvenes, a quienes nunca se les ha visto de nuevo. Nadie sabe si viven o están muertos.

Los tres desaparecidos son familiares de Román Vázquez González, pintor, muralista, líder social en Zongolica y hoy jefe de las autodefensas de su pueblo, a quien le sucedió lo que a la mayoría de los activistas contra la violencia en México: el crimen organizado le salpicó de sangre a su círculo más íntimo.

VICE
@ViceMexico

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