Por: José Luis Velázquez Hernández
La tarde estaba lluviosa y con mucho frio, de ese frio seco de invierno, que te cala hasta los huesos, y más en la zona despoblada, donde todo lo que miras a tu alrededor, no vez más que árboles y cerro.
Ahí estaba el día de ayer, precisamente en un rancho ubicado a la entrada de la comunidad de Acalapa II perteneciente al municipio de Moloacán, sobre orilla de la carretera Las Choapas a Cuichapa.
Estábamos velando el cuerpo de Benjamín Montejo Avalo, hijo de mi media hermana Guadalupe Avalos y con tal solo 25 años de edad, fue una víctima más del crimen organizado.
El Mincho, como le decíamos de cariño, se metió de policía por que no había trabajo y el pobre tenía que mantener a sus dos criaturas, una niña de nueve meses y un varoncito de cinco años, yo y su mama siempre le decíamos que dejara ese trabajo porque era muy peligroso, que se fuera mejor de albañil o al campo, si el sabia trabajar, su papa siempre le enseño a ganarse la vida honradamente, cada vez que eso le decíamos, solo sonreía y nos decía que ya iba a renunciar pero que por lo menos ahí sacaba para los pañales y la leche de sus hijos- dijo su abuelo don Candelario Avalos, un hombre con casi 76 años de edad y muy conocido el y toda su familia en el poblado Venustiano Carranza mejor reconocido como poblado kilómetro 6 del municipio de Las Choapas, donde ya este hombre ha sido sub-agente municipal.
El papá de Benjamín, José Luis mi tocayo, es una persona efectivamente trabajadora como lo reconoció su propio suegro don Cande.
Mi cuñado, como siempre le digo de respeto, lleva ya varios años por esa zona de Moloacán viviendo y cuidando un rancho como caporal, ahí creció el Mincho, corriendo y jugando con sus hermanitos, todas las veces que pasaba por la carretera, les echaba una miradita a la casa porque la sangre de familia me obligaba a echarles un ojito, y desde niño lo vi crecer arriba de los arboles comiendo guayaba o ciruelas, la veces que lograba verme gritaba y me decía “A dios tiooooooo”
Hoy sé que esa inocente mirada de un niño, la voy a mantener por siempre, y sobre todo, cada vez que pase por ese lugar, recordare que ahí vi crecer y ser todo un hombre padre de familia como lo fue mi Mincho.
Sus padres son personas cristianas y cada sábado se les veía en la iglesia del poblado Km17
Como verdaderos creyentes a su fe y considerarse como verdaderos hijos de Dios, así crecieron al Mincho y sus demás hermanos y hermanas, el uniforme y la pistola se las puso por necesidad más que por amor, y el día en que se los llevó el grupo armado, los encontraron y desarmaron para hacerlos sufrir antes de quitarles la vida.
Desde el momento en que sus padres y demás familia se enteraron del levantamiento, no hacia otra cosa más que orar bajo las escaleras del palacio municipal de Las Choapas, en espera que apareciera su hijo, cosa que no sucedió, es más, nadie daba la informe, solo les decían. “Ya los andan buscando, pronto van aparecer” y si, afectivamente aparecieron…pero muertos al día siguiente por la mañana.
El alcalde Marcos Estrada Montiel, tuvo comunicación vía telefónica conmigo esa noche para darles a conocer a José Luis y Guadalupe, que no perdieran las esperanzas que los tres policías iban aparecer, por lo menos fue una noble acción de su parte como la máxima autoridad, pero de ahí en fuera, no habido nada por parte del gobierno estatal.
Hoy hay varios niños que se quedaron sin su padre y su madre y se desconoce cuál va ser el destino de esas criaturas porque hasta el momento, el gobierno municipal o del estado, no ha dado a conocer si los van a indemnizar por que murieron EN EL CUMPLIMIENTO DE SU DEBER…