Un comando armado llegó a donde se celebraba una fiesta infantil y mataron a tres, dejando gravemente heridos a dos más.
Juan Díaz Covarrubias, municipio de Hueyapan de Ocampo, Ver.
Un comando armado llegó a una fiesta de cumpleaños para ejecutar a tres invitados donde se celebraba una fiesta infantil y dejar heridas de muerte a dos más que se encuentran internadas en clínicas particulares en la ciudad de Coatzacoalcos.
Todo era alegría y risas en la fiesta infantil en el salón de fiestas “El Gran Chaparral”, ubicado en las afueras de la comunidad de Juan Díaz Covarrubias y a orillas de la carretera.
La música infantil se mezclaba con los gritos de alegría de decenas de pequeñines que esperaban ansiosos el momento de romper las piñatas, de repartir dulces y entregar los consabidos regalos al festejado, mientras los adultos disfrutaban también el ver correr a su niños, otros simplemente platicaban y algunos más se tomaban unas cervezas.
De pronto, todos callaron y voltearon hacia la carretera pues dos unidades frenaron bruscamente y con el rechinar de las llantas bajaron hombres fuertemente armados que ingresaron hacia el lugar, gritando a todos que no se movieran mientras ellos buscaban a los objetivos. Uno de ellos, Rodolfo Armando Wirth Cobos, de 29 años de edad, se encontraba adentro del local, junto a la barra y fue el primero en caer muerto a balazos mientras que su padre Rodolfo Wirth Escalante, de 54 años de edad, se encontraba afuera del local, quedando ahí mismo tendido en el piso con varios balazos en el cuerpo.
Al parecer eran los dos únicos objetivos, pero el miedo, el terror de ver personas fuertemente armadas en una fiesta infantil hizo que otro invitado, José María Wirth intentara huir siendo alcanzado por las balas asesinas, quedando mortalmente herido y murió minutos más tarde cuando era trasladado al Seguro Social de Covarrubias; mientras que Gerardo Moreno Gómez de 33 años de edad y Alejandro Contreras Contreras de 22 años de edad, fueron alcanzados por balas perdidas, siendo trasladados de urgencias al puerto de Coatzacoalcos intentando salvarles la vida.
Cometida su fechoría, los asesinos subieron nuevamente a sus unidades, una camioneta tipo Vagoneta color blanca y un auto color blanco, huyendo con rumbo hacia la ciudad de Acayucan, mientras que el lugar era un hervidero de personas intentando ayudar a los lesionados y otras más huyendo también del lugar, dejando regados los regalos, comida, refrescos y cervezas.
Una hora más tarde acudió al punto personal del Servicio Médico Forense y policías ministeriales así como estatales y hasta federales acordonando la zona para evitar más intromisión de curiosos, aunque de los maleantes ya nada se supo.
Juan Díaz Covarrubias vivió de esta manera una de sus noches más sangrientas y la ciudadanía en general estaba consternada por esta situación.