Mientras la comunidad escolar aún llora a las 26 víctimas del colegio Enrique Rébsamen, la directora y dueña, Mónica García Villegas, exige a los padres de familia que paguen las colegiaturas sin retraso alguno.
A través de dos portavoces: la directora de Preescolar Cecilia Enríquez, y la de Primaria, Beatriz García, advirtió, seis días después de la tragedia, que no dará descuentos ni prórrogas, de acuerdo con una minuta enviada a los papás y en poder de Excélsior.
“La miss Mónica en la reunión anterior pidió se pagaran las colegiaturas con puntualidad”, se lee en el punto 10 de los 14 del documento acordado por padres representantes de cada grupo, de primero de kínder a tercero de secundaria (a excepción de segundo de primaria) y las portavoces de la directora. La reunión se llevó a cabo de las 20:00 a las 22:30 del 25 de septiembre”.
Padres de familia entrevistados aseguraron que García Villegas continuaba sin darles la cara. La única comunicación que han establecido con ella es a través de un chat del colegio habilitado en WhatsApp, en el que participan centenares de papás. Todas las reuniones a las que había convocado “la miss Mónica”, como la llaman, terminó por cancelarlas.
Esta semana, vía el chat grupal, la propietaria del colegio convocó a los padres de familia a una reunión este próximo domingo 1 de octubre.
Supuestamente estará ella, la supervisora de la Zona Escolar 525, Eloísa Castañeda Tejadilla, y la portavoz Beatriz García. La cita es en la escuela pública Margarita Maza de Juárez, donde está la Inspección de la SEP a la que pertenece el Rébsamen.
La directora solicitó esta reunión para, entre otros puntos, definir el destino escolar de los alumnos. Según el punto 14 de la minuta se pretende reubicar a algunos en los colegios Madrid y Lestonnac, ubicados en la zona de Coapa.
YA NO CONFÍAN EN MISS MÓNICA
Algunos padres de estudiantes que lograron salir con vida del derrumbe afirmaron que para ellos es inviable volver a dejar a sus hijos en manos de Mónica García. Dolidos señalan que tras la tragedia, además de enterrar a menores y adultos de su comunidad, también decidieron sepultar la vida que habían construido en el plantel. Los papás aseguraron sentirse traicionados por las omisiones de la dueña que se han ido revelando a través de los días, ya que puso en riesgo a casi 400 alumnos de entre tres y 15 años.
Aquellos que pertenecen y pertenecieron a la comunidad Rébsamen contaron que son más las víctimas indirectas que dejaron las 26 muertes del terremoto. Tan sólo Santiago Flores, de casi siete años y conocido porque el futbolista Cristiano Ronaldo dedicó una playera a la familia que sufrió su pérdida, también era hijo del profesor de historia más querido de la secundaria.
No existe joven que haya tomado clases con Fernando Flores que no comparta el luto del profesor, pues es incomprensible que alguien como él sea protagonista de esta tragedia que ha conmovido al país. Lo recuerdan como uno de los docentes más alegres, con quien jugaban voleibol en el receso y se las ingeniaba para apasionarlos por su materia. Sobrevivientes del sismo, exalumnos y padres de familia afirman que para ellos esta comunidad estudiantil era una segunda familia.
LA PRIORIDAD DE MISS CLAUDIA
Ese 19 de septiembre la familia del Rébseman perdió a 26 de sus miembros. Miss Claudia, de segundo A, murió protegiendo a su grupo. Junto a ella falleció la mayoría de sus alumnos, de alrededor de siete años, además de ocho estudiantes de secundaria y cinco señoras de intendencia.
“Fue maestra de mi hija. La encontraron protegiendo a sus alumnos. Era conocida por su gran ética y vocación. Era muy joven y dejó huérfana a una niña pequeña. Si ya no la tenemos entre nosotros es porque, además de ser excelente profesional y una heroína, primero fue maestra e intentó poner a salvo a su grupo y luego fue mamá”, lamentó un padre de familia”.
Mónica Ortega fue una de las madres que tuvo que sacar muerta a su hija de la escuela. En una cadena de televisión estadounidense declaró que ver el cuerpo de la niña a lado de otros diez compañeros de clase fue algo indescriptible. “Una pesadilla”, aseguró.
La pesadilla es compartida por cientos de familias integrantes del colegio porque además de enterrar a un hijo, una madre, un hermano o un amigo, vieron muertas a sus profesoras, sus alumnos, a las señoras de intendencia con quienes a diario convivían, o a compañeros de sus hijos.
Una madre de este colegio aseguró a este diario que los días posteriores al 19 de septiembre los ha vivido con culpa, pues ella recomendó la escuela a padres que luego del terremoto tuvieron que sepultar a sus hijos.