Por Gustavo Martínez Contreras
Los resultados en la reciente evaluación a los estudiantes mexicanos de educación básica no da para ser optimistas en cuanto al futuro de la reforma educativa y es que ocupamos los últimos lugares entre los países miembros de la OCDE, es decir, que no sabemos leer o contar bien y cómo hacerlo si tenemos escuelas que no tienen piso o no tienen luz o se está cayendo el techo.
Dice el señor secretario de educación que el impacto de la reforma se podrá ver dentro de diez años, claro que no aclara si el impacto será positivo o negativo, mientras eso no le estorbe para sus aspiraciones presidenciales que es a lo que verdaderamente se dedica.
Por muchos años, con los gobiernos panistas de Fox y Calderón, la educación fue entregada al sindicato de educación encabezado por Elba Esther Gordillo, imaginen ustedes si les parece que educar a los niños es de vital importancia dejando que los eduque tan ignorante personaje. Con Enrique Peña y su fallida reforma educativo-laboral las cosas no pintan diferente, tratar de obtener resultados distintos aplicando los mismos métodos es una definición de locura y, oiga usted, parece de locos la aplicación de las políticas públicas en la materia.
Y es que no se va al fondo de las cosas; la corrupción imperante en todos los niveles hace imposible la aplicación de cualquier tipo de iniciativa, el combate a los intereses caciquiles del SNTE o de la CNTE debe ser la labor primaria, el abultado e ineficiente aparato burocrático debe ser capacitado para estar acorde con lo que se quiere obtener, la capacitación constante y real de la planta docente debería ser otro de los pilares de la reconstrucción efectiva de la mallugada reforma educativa, pero, oiga usted, de eso no se encarga el secretario.
La poca atención a los problemas da como resultado el caos imperante.
Oiga usted, nos vemos en la próxima entrega.
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