La geografía del lugar permite controlar quien entra y sale de la comunidad
Juan Manuel Jiménez García.
Las Choapas, Ver.
Playa Santa, cuyo nombre oficial es Ejido Luis Echeverría Álvarez, se encuentra enclavada en las montañas entre los límites de los estados de Tabasco, Veracruz y Chiapas, su población es de 728 habitantes, está compuesta en su mayoría por raza indígena Tzotzil.
De difícil acceso, ya que hay que subir caminos estrechos con pronunciadas pendientes y profundos barrancos, que se necesita ser un experto conductor para no sufrir algún tipo de accidente, de preferencia usar un vehículo tipo camioneta de doble tracción.
Playa Santa se distingue de otros ejidos del municipio de Las Choapas, especialmente por sus bellezas naturales y sitios místicos que cuidan de manera celosa sus habitantes ante el temor que personas extrañas osen destruirlas.
¿Pero ese es el motivo por la cual su gente no permite la visita de gente extraña? No lo sabemos, pero la actitud a la defensiva de esta comunidad data de varios años y es relatada por personas que por diferentes motivos han acudido a esta comunidad.
Sin el afán de satanizar a sus habitantes, relatamos lo que vivimos de manera personal en visitas a este paraíso donde acudimos a conocer sus increíbles cascadas hasta cubrir una campaña política.
En las tres ocasiones que visitamos la comunidad y a pesar que en dos de ellas íbamos acompañados por cuerpos policiacos, fuimos objeto de un fuerte interrogatorio donde teníamos que decir cuál era el motivo de nuestra visita, identificarnos y una minuciosa revisión a los vehículos.
Después de pasar este filtro, recibimos recomendaciones sobre el comportamiento que teníamos que guardar y una advertencia seria sobre cuidar los sitios importantes para ellos como es la cascada el ojo de agua y algunas piedras consideradas como sagradas.
Gente honesta, que después de conocer que las intenciones de los visitantes eran buenas, te trataban como uno de ellos, a tal grado de guisarte un rico caldo de gallina de rancho y unas enormes tortillas hechas a mano que, con una pieza de estas, quedabas satisfecho.
Gente trabajadora que ara la tierra y cría ganado, gente bendecida porque al despertarse lo primero que ve, son las inmensas montañas y escucha el arrullador sonido de las aguas al caminar sobre las piedras.
Cansados de promesas de autoridades que han orillado al recelo de esta comunidad con todo lo que venga del exterior.
Pero el recelo y la desconfianza hacia lo extraño no es indicativo de lo que sucedió el pasado lunes 29 de abril, estando presentes, nos dimos cuenta que la mayoría de sus habitantes no deseaban hacerles daño a las personas retenidas, solo querían que se hiciera justicia, ellos mismos alimentaron y dieron de beber a las personas que perdieron la vida.
Ellos solo esperaban una explicación y una garantía que les permitiera tener la certeza que solo fue una confusión y que la plaza del lugar donde todos los días se reúnen no se manchara de sangre, esa no era su intención.
Hoy más que nunca Playa Santa se encuentra en el último rincón del municipio, donde pasarán los años para que sus habitantes recuperen la confianza y la certidumbre de saber que ellos no tuvieron nada que ver con la masacre.