Por El Bicho Politicón
Se inicia un nuevo ciclo escolar, millones de párvulos regresan a clases y muchos de ellos será su primera experiencia en algún nuevo plantel, recuerdo que cuando yo entré a la primaria íbamos tres de mis hermanos y yo; durante toda mi formación, desde primaria hasta preparatoria me tocaron grupos de al menos 59 compañeros, es decir, hartos chamacos latosos.
Claro, también me tocó una educación donde los profesores tenían la autoridad de corregir a los alumnos a golpes, así que ese era un buen estímulo para portarse bien, sin tomar en cuenta que sí el profesor mandaba llamar a tus papás, era seguro que también en casa te recetaran una buena dosis de modales, ya sea con la clásica chancla, cinturón, palo de escoba o lo que hubiera al alcance de la mano justiciera.
Además de todo eso, nada de que se sentaran con uno los papás a hacer la tarea, nada de eso, los hermanos mayores les iban ayudando a los menores, que para eso éramos hartos en la familia.
Otro recuerdo que tengo es que íbamos muchos caminando a la escuela, solos.
Teníamos infinidad de juegos y saliendo de la escuela, el trayecto a casa era toda una odisea, llegando la mamá ya tenía la comida calientita y era cambiarse, ir de balazo por las tortillas, comer y salir a jugar con toda la palomilla, éramos como veinte que armábamos guerras de lodo, partidos de futbol, de béis, burro entamalado, burro castigado, encantados, etc., etc.
Había muchas leyendas de algún vecino que era robado o asaltado o golpeado, pero se quedaban en eso, en leyendas…
Las nuevas familias de hijos únicos y de padres ausentes, trae a niños con muchos problemas.
Con todo, ir a la escuela sigue siendo una maravilla.
Pues eso.
