¡¡UN CUENTO MORBOSO EN UNA VECINDAD!!

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Adrián Martínez.-

Sirvió los cafés calculando que en cualquier momento aparecería su enamorado con su gran ramo de rosas, su sombrero elegante, ese bigote que le daba un aire de gran señor y ese habano que a pesar del tiempo aún no había oxidado su sonrisa esbelta. La tarde estaba fría y eso la hizo dudar del afán con que había servido los cafés, pero es que él siempre llegaba a esa hora y hoy ella pretendía saltarse los momentos ridículos, los espacios de indecisión, las sonrisas nerviosas, las miradas limitadas, los protocolos y las palabras innecesarias; hoy tenía que ser distinto, ya era hora de dar rienda suelta a esa pasión lunática que bullía en sus tripas, a todo ese amor que muchas veces le hacía desear comerse a besos a ese hombre que habitaba sus pensamientos y la acompañaba intangible en la ducha, mientras ella con los ojos cerrados deslizaba sutilmente sus manos por todo su cuerpo.

“Debe ser todo un animal en la cama”, solía decirse a sí misma cuando pensaba en aquel hombre alto de voz contundente y manos grandes; entonces se dejaba llevar por imágenes lujuriosas, hasta que terminaba apretando las piernas porque algo le hacía cosquillas entre ellas. Por eso esta vez había tomado la decisión de hacer que las cosas sucedieran, ya era hora, llevaban demasiadas tazas de café tomadas, había recibido tantas flores como para tapizar todo el piso de la vecindad, y ya los temas de conversación se estaban agotando, así que después de mucho pensarlo decidió colocarse el vestido sin ropa interior debajo, el solo hecho de saberse semidesnuda la excitaba, usó la loción que no se atrevía a estrenar porque había costado mucho y ese olor era muy sensual, se rasuró todo el cuerpo incluso la entrepierna pues ya había cultivado toda una selva donde no cabía un matorral más, se aplicó una crema que le daba una suavidad especial a su piel, se lavó el cabello con un shampoo para rizos más definidos, incluso pensó en dejarse el cabello suelto y no colocar esos rulos, pero al final no lo hizo porque temió que él no la reconociera, decoró la habitación con globos en forma de corazón y alistó varios condones para que el viera que toda posible contingencia estaba cubierta, miró toda la mañana videos de pornografía para recordar las maromas que hace mucho tiempo no realizaba, le aplico a el café unas gotas de un menjurje que le recomendaron para excitar a los hombres y por último le dio dinero a su hijo para que se fuera al parque de atracciones toda la tarde con sus mejores amigos.

Veinte minutos después de haber servido el café se andaba comiendo las uñas de la desesperación ante la no llegada de su galán, pero decidió esperar otros minutos más que terminaron convirtiéndose en una tétrica hora. Se sentó desconsolada ante dos frías tazas de café y exhaló amargamente imaginando una lluvia de cosas que pudieron haber pasado: tal vez tuvo un accidente y lo llevaban en la ambulancia para el hospital, o lo abordaron por la calle dos maleantes que le aplicaron burundanga para robarlo y andaba perdido en la ciudad con la mente obnubilada sin recordar siquiera su nombre, o andaba con alguien más, alguna amante, o se había quedado dormido, a veces pasa, o se le habían acabado los habanos y por casualidad no encontraba en ninguna tienda de la ciudad obligándolo a viajar a otra para conseguirlos, o le había dado un ataque al corazón, o le había salida un gran barro en la punta de la nariz y le daba vergüenza visitarla así, o tal vez lo secuestraron los extraterrestres… cualquier cosa le pudo pasar a ese hijo de puta para que la dejara plantada y alborotada.

Se tomó su café vorazmente para apagar la ansiedad y la decepción, luego se tomó el otro porque definitivamente ese desgraciado no llegaría, y cerró la puerta en una tarde que se había opacado en la nostalgia de la ausencia. Se sentó nuevamente desconsolada, colocó los codos sobre la mesa hundiendo su rostro entre las manos y así se quedó un buen rato, como adormecida, hasta que unos instantes después sintió un ligero calor creciendo en su entrepierna, luego una sutil presión en sus entrañas, deslizó su mano por encima del vestido y la invadió un cosquilleo al tocarse allí, movió la mano y la fue metiendo por debajo del vestido mientras sentía lo exquisito de explorarse a sí misma, hasta que  sus dedos hallaron su punto candente y se fueron introduciendo allí  para terminar hundiéndose por completo en algo que ya era un cálido pantano,  pero justo cuando más se disponía a disfrutar de su amor propio tocaron a la puerta, se levantó exaltada, se arregló el vestido y abrió la puerta colocando la mano atrás para esconder sus húmedos dedos, y se desilusionó al no ver al hombre alto y acuerpado, sino a su enclenque y odiado vecino, sin embargo el calor entre sus piernas la tenía delirante, así que sin darle tiempo a su inesperado vecino para hablar, lo cogió de la camisa, como muchas lo había hecho para cachetearlo, lo haló para adentro, cerró la puerta, lo arrastró hasta su cuarto, lo tiró sobre la cama, lo despojó de sus pantalones como una fiera enardecida y se le acaballó encima levantándose el vestido e iniciando un baile de hembra en celo, hasta que algunos minutos después ya estaba gritando excitada : “Chusma”, “chusma”, “chusmaaaaaa…”.

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