Areliz Sosa /Janeth Javier Chiñas
El pasado 23 de febrero, la zona sur de Veracruz se cimbró a causa de varias explosiones en el Centro de Almacenamiento Estratégico “Tuzandépetl”. Cinco trabajadores murieron, pero al día de hoy las autoridades no han podido entregar los restos a sus familiares, que sufren un viacrucis debido a la indolencia de la empresa, algo que podría tomar años, como ha ocurrido con los accidentes en instalaciones petroleras durante la última década.
Ixhuatlán del Sureste, Ver. – En algún momento de la historia, trabajar en Petróleos Mexicanos (Pemex), particularmente en el sureste del país, fue sinónimo de garantía, protección y bienestar para el empleado, así como de sus familias.
Sin embargo, en los últimos años las instalaciones de la petrolera en el sur de Veracruz, también conocidas como el emporio petroquímico más grande de Latinoamérica, no solo se han convertido en un pase directo para el más allá, sino también en la entrada a un laberinto sin salida para los familiares de las víctimas, cuyas vidas han cobrado numerosos siniestros.
El caso más reciente ocurrió el 23 de febrero del 2023, en el Centro de Almacenamiento Estratégico “Tuzandépetl”, en el municipio de Ixhuatlán del Sureste, pues no solamente se trató de un incidente que acabó con la existencia de por lo menos cinco trabajadores, sino que al día de hoy los deudos no han podido siquiera dar el último adiós a los petroleros fallecidos.
No conforme con lo anterior, Pemex ha dado muestras de indolencia al recortar salarios y prestaciones a los sobrevivientes, pero premiando a quienes pudieron haber tenido algún grado de responsabilidad en los hechos.
TUZANDÉPETL: LA OSCURIDAD DE UNA TRAGEDIA.
A las 15:00 horas del 23 de febrero pasado, el sur de Veracruz se cimbró a causa de varias explosiones que se registraron en la cavidad 331 del Centro de Almacenamiento Estratégico “Tuzandépetl”, donde el equipo de perforación PM-119 realizaba trabajos de mantenimiento. De manera oficial, se supo que cinco trabajadores murieron a consecuencia del siniestro.
Parecía un día normal, algunos trabajadores ya esperaban en la caseta por su turno de salida, cuando escucharon la primera explosión, la cual parecía la entrada al mismo infierno.
Las llamas rebasaron los cinco metros de altura, el fuego arrasó con todo y la nube de humo negro podía verse a kilómetros de distancia en municipios cercanos como Nanchital, Moloacán y Coatzacoalcos.
De inmediato, tal situación alertó a cuerpos de emergencia, fuerzas federales, estatales y municipales.
Los primeros en llegar fueron bomberos contra incendio de los complejos petroquímicos aledaños y conforme transcurrieron los minutos arribó personal de las empresas asentadas en la zona industrial que se encuentra a las afueras de Coatzacoalcos, Nanchital e Ixhuatlán del Sureste, el corredor más importante en esta zona del país.
En el lugar, obreros de compañías como la alemana Ruhrpumpen corrían para salvar sus vidas; sin embargo, sobrevivientes revelaron que el portón de la entrada principal al Centro de Almacenamiento estaba cerrado con candado y el vigilante no estaba en la caseta.
Los nervios, el miedo y la desesperación obligaron a que los hombres saltaran entre tubos y material que se utilizaba para la rehabilitación, logrando salir y ponerse a salvo; sin embargo, la ola de calor se percibía a más de cien metros a la redonda y en el interior las llamas llegaban a casi veinte metros de altura.
Pese a su valentía, los cuerpos de emergencia de la localidad poco pudieron hacer toda vez que no cuentan con la capacitación para actuar en caso de estos siniestros, ya que no tienen ni la ropa adecuada y mucho menos la herramienta necesaria para ello.
Para los sobrevivientes, recordar ese 23 de febrero es como una película de terror, de la que aún están sorprendidos que pudieron salvar su vida, ante la magnitud de la explosión.
“Mis cinco compañeros, pienso, murieron de inmediato, no había manera de que pudieran salir, se encontraban a una altura de 15 a 20 metros, tenían que bajar a fuerzas por las escaleras y éstas se encontraban en llamas”, relata E. J. uno de los sobrevivientes.
Fue hasta las seis de la tarde cuando Pemex a través de sus canales oficiales y redes sociales, informó sobre los hechos en un escueto boletín, que decía que el incendio se presentó en el equipo de perforación PM-119, donde se daba el mantenimiento a la Cavidad Tuzandepetl-331, como parte del proyecto de Rehabilitación de la Planta de Almacenamiento ubicada en Ixhuatlán del Sureste, Veracruz.
De las razones del siniestro, no se dieron más detalles y solo se informó que tres trabajadores resultaron lesionados, por lo que fueron trasladados al Hospital de Pemex de Nanchital; sin embargo, directivos de la empresa quedaron en evidencia del poco o nulo conocimiento de lo que realmente estaba sucediendo en ese momento en Tuzandépetl.
Mientras que en el boletín se señalaba “PEMEX reitera su compromiso con las comunidades donde tiene actividad para actuar de forma segura y oportuna en la atención de este tipo de eventos”, alrededor de las 18:30 horas se escuchó una nueva explosión que alertó a las personas que se encontraban a más de 500 metros de distancia.
A la par de las columnas de humo, la movilización de los cuerpos de emergencia e imágenes impactantes en redes sociales, empezó la preocupación de familiares de los trabajadores que intentaron comunicarse con ellos por varios minutos y al no tener respuesta decidieron trasladarse hasta el centro de labores para tener noticias de ellos.
Todo era un caos, cuerpos de emergencia, fuerzas federales, estatales y prensa se encontraban concentrados en las afueras de Tuzandépetl, buscando respuestas sobre los hechos.
La angustia envolvía a las familias, pues no tenían contacto y ninguna autoridad les podía dar información clara.
Gritos de desesperación, llanto, dolor, miedo e impotencia los invadieron y suplicaban se les informara sobre el estado de salud de los trabajadores. Rezaban y hacían oraciones con la esperanza de que pudieran estar con vida, aunque la posibilidad era mínima ante la magnitud de lo que sus miradas atestiguaban.
Horas después, se supo que Cesar Manuel Heredia Martínez, Eduardo René Flores Martínez y Macario Alegría Hernández, resultaron lesionados durante la tragedia y que la empresa reportó como estables.
“Gracias al apoyo de los compañeros que tienen vehículo nos resguardamos, perdimos señal y por eso era difícil contactar a nuestros familiares, Dios nos dio a oportunidad de protegernos, pero dentro realmente vivimos minutos de desesperación y angustia”, expresó Manuel Ramos, un joven trabajador de una empresa contratista que salió ileso.
Relató que el dirigente del sindicato de la (Federación Auténtica de Trabajadores del Estado de Veracruz (FATEV), Luis Palayot, prácticamente se vistió de héroe, pues con el apoyo de su vehículo, sacó a varios trabajadores de la zona de riesgo y volvió por otro grupo.
Por fortuna, los obreros del sindicato resultaron sin lesiones, pero tuvieron que salir por la autopista que va hacia el municipio de Cosoleacaque. Durante ese tiempo los familiares desconocían sobre su situación y estaban desesperados al no saber nada de ellos.
No obstante, ya había señales de consecuencias fatales, pues las autoridades informaron sobre la búsqueda de cinco trabajadores que se encontraban en la caverna al momento de la explosión.
Para el día siguiente, llegó a la zona cero el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza. La empresa que dirige el ingeniero agrónomo confirmó que durante las labores de limpieza fueron hallados dos cuerpos totalmente calcinados, los cuales fueron examinados por personal médico forense previa autorización del Ministerio Público Federal.
Gabriel Obed Canseco Pacheco (turbo) trabajador de la Sección 22 del Sindicato Petrolero con sede en el municipio Agua Dulce; Carlos Ascención Morales (el enchilado) perteneciente a la sección 26 de Las Choapas: Alfonso de la Cruz Gómez de 55 años y José Dimas Pérez Solís de 48 años, ambos originarios del estado de Chiapas y Hugo Cruz Acosta, son los cinco trabajadores que perdieron la vida durante la explosión.
UNA BOMBA DE TIEMPO BAJO TIERRA.
A finales del 2003, se puso en marcha el Centro de Almacenamiento Estratégico Tuzandépetl, ubicado en el municipio de Ixhuatlán del Sureste, el cual colinda con las ciudades de Nanchital, Moloacán, Coatzacoalcos y Agua Dulce en el sur del estado de Veracruz.
Inició operaciones con seis cavidades, actualmente cuenta con 12 cavernas para crudo Maya (pesado), crudo Istmo (ligero) y crudo olmeca, cada una con capacidad de 700 mil barriles, las cuales se encuentran a 600 metros de profundidad.
Ahí, Pemex almacena más de 8.4 millones de barriles de petróleo, es la reserva más grande de hidrocarburo en el país y representa una inversión superior a los 500 millones de pesos.
De esa forma, el hidrocarburo que se embarca en las terminales marítimas de Pajaritos, que se extrae en las plataformas marinas instaladas en las aguas del Golfo de México, así como del pozo Brillante se concentra en Tuzandépetl.
En el 2020, la empresa propuso ante la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) el proyecto para construir cavernas con numero 30VE2020X0120, con la finalidad de construir dos cavidades más con un volumen de 1.5 millones de barriles cada una.
De hecho, sabe que el proyecto camina sin problemas para que la reserva llegue a los 11 millones de barriles, lo que implica una inversión de varios millones de dólares para su funcionamiento.
¿ACCIDENTE O NEGLIGENCIA?
Las operaciones en el Centro Tuzandépetl estuvieron detenidas desde noviembre del 2022 hasta febrero de este año debido a trabajos de bombeo.
Algo que llama la atención es que, según trabajadores, la empresa encargada de las alarmas de detección de gas se retiró unas semanas antes por razones aún desconocidas. Es decir, al momento de reiniciar operaciones los petroleros no pudieron percatarse de algún olor o fuga, ya que el gas natural es inoloro, aumentando aun el riesgo en la zona de trabajo.
Humberto Ricárdez Valenzuela, directivo del Sindicato Petrolero de la Sección 22, explicó que el gas natural es inoloro e incoloro, por lo cual es importante que cuando se están llevando los trabajos de perforación se cuente con las alarmas y equipo necesario que dan la advertencia a los trabajadores para que detengan sus labores y tomen las medidas requeridas para evitar accidentes.
En aquellos días, el encargado de la zona era el Ingeniero Ignacio Rangel Martínez, con número de ficha 359209 y cargo de Responsable de la Atención y Gestión de los asuntos de la unidad de perforación Delta del Tonalá, quien tuvo que estar enterado de las deficiencias y la falta de seguridad en Tuzandépetl.
Paradójicamente, después de la explosión Rangel Martínez fue concentrado en las oficinas de la petrolera en Villahermosa y posteriormente regresó con el cargo de Comisionado del Delta del Tonalá con un nivel 39, ganando un salario casi al doble de lo que tenía, mientras que los sobrevivientes tuvieron una reducción de casi el 50 por ciento en su sueldo.
REFINERÍA DE MINATITLÁN, OTRA EXPLOSIÓN Y TRES MUERTOS
El jueves 23 de febrero fue un día en el que se puso en jaque a Pemex: dos accidentes se suscitaron casi al mismo tiempo. A la par del drama en Tuzandépetl, en el municipio de Minatitlán, a 20 kilómetros, se registró un incendio en la planta combinada Maya, que dejó como saldo la muerte de tres trabajadores petroleros.
Mediante un comunicado Pemex señaló que la causa del incendio fue el escurrimiento de producto sobre una superficie caliente y tras los hechos no hubo interrupción de la operación de la planta ni daños a las instalaciones de la refinería.
Los trabajadores fallecidos son: Manuel Alejandro Jiménez de 37 años de edad, quien presentó quemaduras en el 80% del cuerpo, Leopoldo Sánchez Calixto y Alan Osvaldo Domínguez.
Fue un día trágico para las familias petroleros, en dos accidentes registrados de manera casi simultánea, ocho trabajadores perdieron la vida, ocho familias perdieron al pilar de su hogar, en hechos lamentables, accidentes que se han vuelto constantes en la empresa ante la falta de mantenimiento y atención por parte de directivos que han hecho oídos sordos a los reclamos de la clase obrera.