Urbanhistorias de Cuichapa
Por Gustavo Martínez Contreras
Corrían los días de finales de los años 50, la primavera estaba en todo el esplendor que solo el mes de abril le puede dar, Cuichapa era un pequeño lugar bendecido por su campo petrolero, las casas eran unas chozas de palma o de madera, el arroyo Nexgamata cruzaba el pueblo con sus cristalinas aguas, que a esas alturas del año solo eran un hilo apenas viviente.
Cuentan los que saben, que en lo que ahora es el hospital de Pemex había dos tanques de 10 mil litros cada uno, y en el campo de futbol había otro de 50 mil litros donde se almacenaba la producción petrolera de hasta un mes, al cabo del cual se bombeaba a la estación de El Chapo y de ahí para Minatitlán con unas bombas llamadas ‘reciprocantes’.
Esos tanques en algún momento se tenían que ‘deshidratar’ para que quedara el ‘crudo’ listo para ser bombeado, actividad de la que se encargaba un ‘bombero’ quien a su vez contaba con 3 ayudantes por guardia.
Pues resulta que un día de abril a don Clemente Rodríguez Vargas, mejor conocido como “El Tortuguero”, esto porque su actividad principal era la de pescador, y en su casa tenía hasta 200 tortugas para su venta cotidiana (en aquél entonces no estaba prohibida esa actividad), bueno, pues que “El Tortuguero” estaba de guardia y lo mandaron a abrir la bomba para drenar los tanques, resulta oportuno informar que el agua que salía de los tanques era una agua salada y corría por el cauce del arroyo Nexgamata.
La tarde estaba cayendo y la oscuridad de la noche hacía su aparición, parece ser que nadie se acordó de cerrar la bomba y la tragedia empezó a tomar forma: el agua dio paso al petróleo que iba dejando su aroma característico por todo el arroyo. Pues resulta que a la altura del puente donde ahora se encuentra la cancha de fut 7, a ‘alguien’ se le hizo fácil arrojarle fuego al arroyo.
¡Y que arde el Nexgamata!, de las calderas se escuchó el silbato de alarma y todos se pusieron en alerta, “El Tortuguero se acordó de la bomba y se apresuró a cerrarle, petroleros y población en general, armados con palas, se abocaron a aplacar el “arroyo de fuego”, las llamas llegaron delante de lo que ahora es la plaza del taquero, por la casa de la familia Peregrino.
La gente corría a tratar de salvar las cosas de sus casas, las paladas de arena parecían no ser suficientes para aplacar las llamas, por fin, al paso de algunas horas de angustia iban ganando la batalla al fuego y la calma retornaba poco a poco a la población, durante el resto de la noche y por muchos días solo había una plática entre la gente, en el mercado, en las cantinas, en las esquinas solo se hablaba del “arroyo de fuego” y “El Tortuguero”.
Debido a este accidente se cambió el trazado original del arroyo Nexgamata para quedar como actualmente lo conocemos, de la investigación, cuentan que “El Tortuguero” declaró ante la comisión que vino a esclarecer los hechos: “me descuidé, yo soy la carne y ustedes los cuchillos, destrócenme”.
De las sanciones no hay registro, don Clemente Rodríguez Vargas vivió sus últimos años en Coatzacoalcos, donde se dedicaba a chapear terrenos, cuentan que en una ocasión fue picado por una víbora, pero gracias al antídoto que le aplicaron y a los cuidados de su hijo Celestino, se recuperó y volvió a su actividad de chapeo en Coatzacoalcos.
Hace como 10 años estaba chapeando cuando fue atacado por un enjambre de abejas africanizadas, se puso grave y ya no se pudo recuperar. Falleció de más de 90 años.
Don Clemente era de esas personas que con su mochila al hombro cruzaba montañas, valles y pantanos abriendo brechas y caminos, en ocasiones cargando dinamita, que sirvan éstas líneas como un homenaje a su persona.