Fin de semana en la tierra del “Popo” y la “Chinameca”

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Gustavo Martínez Contreras

Fue una salida de improviso, me dijeron “llévanos a Chinameca” y yo, como casi no me gusta andar de ‘pata de perro’, me hice del rogar dos o tres segundos y acepté. Quedamos en salir a las siete de la mañana del siguiente día, por lo que decidí dormir temprano esa noche y a la mañana me encaminé hacía la aventura.

Pasé por los patrones, don Darío y doña Vero ya estaban casi listos, también irían su hija Nora, la nieta Mia y la sobrina Leticia, salimos alrededor de las 7:30 a.m. y agarramos camino, después de 199 mil 976 baches llegamos a la autopista, que en cuestión de baches no se queda atrás, pasamos Minatitlán y tomamos la 185 hacía Chinameca, después de 548 topes llegamos a Cosoleacaque, que en náhuatl o tolteca significa ‘en la tierra de los cojolites o faisanes’, claro, también es el lugar del famoso ‘Popo’.

‘La cosa que humea o hace espuma’, es decir, el ‘Popo’, es la bebida de los dioses por excelencia, se sirve en unas jícaras de madera, es un brebaje espumoso sabor chocolate y acompañado por unos tamales de elote o chipil es un verdadero manjar, hay varios lugares en Cosoleacaque donde se puede degustar esta bebida prehispánica, preguntando se puede llegar sin ningún problema.

Una vez que llenamos nuestras barrigas de tan delicioso desayuno nos encaminamos por la Transístmica rumbo a Chinameca (‘lugar de cercas amarradas con cañas o mecate’) y pasando las vías del tren, un kilómetro a lo sumo da vuelta a la izquierda como si fuera a la planta de Maseca, ahí encuentra un lugar llamado Tocinería Mayo, atendido por ‘Perico’, lo primero que llama la atención es un olor muy agradable del humo que sale de las distintas chimeneas del lugar.

Ahí se puede dar rienda suelta a la gula, una carne ahumada en leña de encino, suave, que se deshace en la boca, acompañada de una salsa de chile habanero con jitomate y cebolla; también la longaniza pasada por el mismo proceso de ahumado, no es por dárselas a desear, ni nada por el estilo, pero se hace agua la boca nomás de oler aquello saliendo de las cazuelas y acompañado de unas tortillas hechas a mano, ¡válgame!, me sentí un verdadero rey Totonaca degustando esa comida digna de los mismísimos dioses.

Buena comida, buena bebida y la plática con don Darío y doña Vero, que tienen historias como para una novela de realismo mágico, hicieron de este fin de semana uno de los mejores que he tenido en mucho tiempo.

Descubrir esta parte de la gastronomía veracruzana ha sido para mí, sorprendente, los invito a pasar un día de sano esparcimiento con la familia por esa zona del Istmo, le aseguro que no se va a arrepentir, aparte de romper con la rutina, comerá como un verdadero rey o reina. Provecho y mil gracias.

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