AMLO inmune a los ataques.

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El Baldón

Por: José Miguel Cobián

A muchos politólogos los ha tomado por sorpresa el hecho de que en esta elección no funcionen de la misma manera los ataques contra el puntero, como sí funcionaron en las dos anteriores elecciones. Esos genios de la manipulación de masas, no han acabado de comprender que hoy lo que busca el mexicano no es igual a lo que buscaba hace seis o doce años. Y por eso, sus campañas no han sido efectivas. Siguen anquilosados en una realidad que ya no es, que dejó de ser paulatinamente, y ellos desde las alturas de sus sillas gubernamentales, o desde las alturas de sus sillas de intelectuales y sabios, no lo pudieron percibir pues su ego y soberbia no se los permitieron.

AMLO ha resultado un verdadero enigma porque los ataques dirigidos a su persona no han hecho efecto, al contrario, mientras más se le ataca, más se habla de él y mejor es su posición en las encuestas. A pesar de que todavía hay un mercado de mexicanos que se puede asustar con publicaciones del tipo Venezuela o Cuba, e incluso estar a favor de una cúpula de la iniciativa privada que decide no discutir con el candidato puntero un asunto que litiga en medios pero que no se atreve a pasar por el tamiz del escrutinio en una reunión pública, escrutinio que puede implicar revisión de contratos amañados y descubrimiento de grandes negocios que hoy sólo se sospechan a costillas del patrimonio de todos los mexicanos.

Ni los opinólogos de siempre, ni las cúpulas empresariales, ni los políticos que en otras épocas cimbraban a la nación con declaraciones, significan nada para el pueblo de México. Porque el pueblo ya cambió. Estamos hablando de 18 años de luchar por una idea por parte de López Obrador, idea que se ha visto fortalecida por las pugnas internas de los siempre aliados en las alturas del poder.

Hoy López Obrador no es para México un aspirante más a la presidencia. Él lo ha entendido muy bien y por eso adopta una postura visionaria acerca de su posición en la historia del país. Hoy por hoy López Obrador representa lo que él mismo ha manejado una y otra vez en su eslogan de partido, “La Esperanza de México”. Eso es lo que no han comprendido sus adversarios y parece que ya es muy tarde para que puedan hacer mella en lo que representa.

López Obrador dejó hace tiempo de ser un candidato y se convirtió en una idea. La idea de un cambio para bien, un cambio dónde se deje atrás el saqueo y la corrupción que los gobiernos del PRI y del PAN han realizado, unidos, juntos, apoyando el uno al otro en el saqueo de la Nación, siempre en beneficio de sus miembros. Por eso no pueden combatir a López Obrador con sus campañas tradicionales.

Al pueblo de México sólo le queda una opción si busca un cambio. Quien desee salir de los políticos corruptos habrá de votar por Morena. Sin importar que haya recibido en su seno a algunos de esos políticos señalados como corruptos por la opinión pública. Hoy, el fin justifica los medios. Hoy el fenómeno es similar al del año 2000. En aquél entonces se pensaba que sacando al PRI de la residencia oficial de los Pinos, nuestro país iniciaría un círculo virtuoso de crecimiento económico y bienestar para los mexicanos.

Pasaron doce años de gobiernos panistas y dejaron al país peor de cómo lo tomaron. Tuvieron en sus manos excedentes petroleros nunca vistos, los cuales se diluyeron en nada, ningún beneficio a futuro para los mexicanos. Tuvieron la oportunidad de acabar con la corrupción, y la perfeccionaron. Pudieron pacificar al país y entregaron decenas de miles de muertos. El fracaso del panismo quedó a la vista de todos.

El pueblo de México se creyó la propaganda contra López Obrador y le dio la oportunidad al supuestamente nuevo PRI de regresar al poder. El resultado fue que si los panistas perfeccionaron los métodos de saqueo de las arcas públicas, los priístas lo convirtieron en arte. Como si hubiera una competencia de quien se hace más rico, solo que con descaro y sin la mínima discreción, mientras que los panistas desmantelaron los sistemas de seguridad y justicia que medianamente existían, para lograr su propio reparto del botín, pero de una manera más discreta, a pesar incluso de los escándalos como el de la Biblioteca Vasconcelos de Fox y la galleta inservible en que convirtió Calderón el monumento conmemorativo de los 200 y 100 años de Independencia y Revolución.

Así, López Obrador, con su hablar pausado, con sus 12 años en la universidad, con sus muchas tonterías como el “No llegué”, se convirtió en la única opción para cambiar a México. Con muchas ventajas en su haber, como el hecho de que ya ha sido candidato en dos ocasiones y no le han sacado trapitos al sol, se ha vuelto mucho más moderado, ha agrupado a todos los sectores descontentos bajo su manto, desde los más radicales hasta los más suaves, lo conoce todo México y él conoce también todos los municipios de México.

López Obrador ha recorrido el país con un fervor casi religioso ofreciendo un cambio milagroso. Y el pueblo de México está ávido de milagros. El milagro de reducir la corrupción, el milagro de reducir los agravios que el poder público le ha infringido una y otra vez. El milagro de un salario digno que por cierto, hoy sabe que fue política económica de esos gobiernos en los que confió, reducir el poder adquisitivo del salario a niveles de subsistencia. El milagro de (aquí ponga usted lo que quiera).

La única opción que deja el sistema político a ojos de la población para un cambio, se llama López Obrador, y ese es el candidato del hartazgo, del desquite, del odio a una clase política que merece cualquier epíteto con el que se le designe, una clase que traicionó a México y a los mexicanos. Salvo correr el riesgo de despertar al tigre de la desesperación y la violencia, López Obrador debe ser el próximo presidente de México. Ese tigre espera y busca un cambio pacífico. Si no lo encuentra, si no se lo permiten, si percibe que una vez más le roban su futuro y el de sus hijos….

www.josecobian.blogspot.mx.     [email protected]     @jmcmex

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