Por El Bicho Politicón
Mucho se ha escrito y dicho sobre el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y el equipo que lo acompañará a partir del 1º de diciembre y una de muchas cosas que me ha llamado la atención (que además me preocupa) es la intolerancia a la crítica, ya no digamos de los Pejefans (de ellos está descartada cualquier mirada discordante del gurú), sino del líder que cosechó más de 30 millones de votos en las pasadas elecciones.
Si bien es cierto, a raíz del anuncio de su triunfo había mantenido un discurso de amor y paz con sus otrora adversarios, el proceso de la consulta (que decidió impulsar para ‘justificar’ una decisión que ya había sido tomada) nos enseñó a un López Obrador intolerante.
“¿Quién manda?”, soltó en la conferencia de prensa para anunciar la cancelación del NAIM, ha respondido con descalificaciones a todo aquél que haga una crítica a sus modos de toma de decisiones.
Bien harían sus ‘asesores’ en serenar al Peje bronco… a nadie (él incluido) le conviene un presidente que pierde los estribos a las primeras de cambio.
El pensamiento único se quedó en la Edad Media, tenemos el derecho a no estar de acuerdo sin que se nos acuse de tener oscuras intenciones, ya me cuidaré que no salga a la luz el día que no entregué una tarea en el kínder de monjas, porque me descalificarán con un ‘ya ven a ese irresponsable… y se atreve a opinar’.
Voltaire (1694-1778), escritor, historiador y filósofo francés, además de uno de los principales representantes de la Ilustración, nos dejó una maravillosa frase: “No estoy de acuerdo con lo que tienes que decir, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Pues eso
