Por Gustavo Martínez Contreras
Don Beto llegó hace muchos años a Trancas Viejas, como muchos, vino a buscar en estas tierras la paz y armonía que en su natal Xalapa no encontró…
Cuenta que básicamente llegó sin nada, su primer experiencia ‘empresarial’ fue hace pan, y ahí se la llevaba con su nuevo oficio, ya que él estudió una ingeniería… inquieto, de hablar fluido y con muchos proyectos en la cabeza, actualmente se dedica a la elaboración de dulces de manera artesanal.
El día miércoles lo acompañé, como un empleado más, al mágico arte de transformar cocos y piñas en una delicia para el paladar, “para hacer el dulce de coco-piña, se requieren muchos pasos”, dice don Beto en un tono de profesor de laboratorio de química.
“Como primer paso se extrae la carne del coco”, diciendo y haciendo, don Beto, manejando el hacha con gran maestría partía los cocos por mitad, para luego, con una herramienta ‘hechiza’ extraer la carne del coco.
“Una vez que se tiene la carne de coco, se lava y se corta para rallarla”, con una habilidad sorprendente, don Beto transformó varios cocos en materia prima de calidad para sus dulces.
“La piña se lava se pela y se corta en piezas pequeñas, cuidando de dejar el centro de la piña fuera”, explicaba don Beto.
¿Cuál es su motivación para hacer los dulces?, le pregunté, “bueno, Moloacán, más allá del petróleo, no cuenta con una identidad artesanal, llevo años tratando de que se conozca a Moloacán por otro tipo de productos, hoy te estoy mostrando el proceso del dulce de coco-piña, pero tengo otros productos como pinole, café de maíz”, explicaba.
Después de otros quince pasos y de cocinarse a fuego lento, la pasta estaba lista para vaciarse a los moldes para darle forma a la que yo bauticé como ‘piñacocada’, de verdad que es producto muy sabroso, un sabor que me dice que fue hecho en casa cuidando todos los detalles.
Los invito a que le compren sus productos a este artesano que quiere poner en alto al municipio de Moloacán.
Gracias don Beto, fue un día donde los sabores estaban en el aire.
