Trump tenía que salir a arrasar. No lo ha conseguido.
El candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos llegaba al debate de esta noche en la Universidad de Washington (Missouri) tras una caída libre desde el debate anterior. Su derrota a los puntos en aquella contienda sólo fue el primer paso de una serie de jornadas nefastas para su campaña que han llegado a su cénit con el vídeo de contenido ofensivo y machista que le ha costado perder apoyos de parte de los líderes de su partido, aquellos que le habían arropado a regañadientes después de que ganara las primarias. Clinton ha salido a mantener su ventaja, y todo apunta a que lo ha logrado.
El debate ha acabado siendo una copia del primer enfrentamiento. Los mismos argumentos, las mismas réplicas, las mismas estrategias. Y las mismas ausencias. Las del muro con México propuesto por Trump, de la política exterior de Estados Unidos más allá del ISIS y Rusia (como las relaciones con Cuba o con el resto de Latinoamérica), de las medidas para combatir la pobreza o de las muertes de ciudadanos afroamericanos a manos de policías de raza blanca que han soliviantado a la comunidad negra en los últimos meses. Ni siquiera se mencionó a las víctimas del huracán Matthew. Sólo el cambio de formato en el debate y el mayor intervencionismo de los moderadores ha impedido que no fuera una mera repetición del celebrado hace unos días.
Desde el primer minuto, el magnate ha salido a golpear duro a su rival demócrata, Hillary Clinton, a quien los contratiempos en su campaña parecen no afectarle por ser notablemente menos escandalosos que los de Trump. La mejor defensa es un buen ataque. Pero el vídeo machista ha eclipsado todo el primer tercio del debate, a lo que el multimillonario ha respondido disculpándose y acusando a Bill Clinton de acoso sexual, como había hecho en una rueda de prensa de última hora previa al debate. “Lo mío son palabras; lo de Bill Clinton fueron acciones”, señaló.
Y de ahí a los correos electrónicos. En la declaración más llamativa de todo el debate, Trump afirmó que si alcanza la Presidencia promoverá el nombramiento de un fiscal especial para investigar los 33.000 correos electrónicos borrados por Clinton y enviados desde un servidor no seguro cuando ella era Secretaria de Estado. Afirmó que, si de él dependiera, la ex primera dama ya estaría “en prisión”.
La candidata demócrata, que no cebó especialmente sus ataques sobre el vídeo machista “que representa perfectamente quién es Trump”, endureció su discurso sin embargo sobre el papel que juega Rusia en estos comicios y en la política internacional. Recordó que el Gobierno estadounidense ha acusado al Kremlin de organizar ciberataques contra Clinton para influir en la campaña, y ha acusado a Rusia de cometer “crímenes de guerra” en Siria y de querer “mantener a Al-Assad en el poder”. Ha ido más allá, incidiendo en la necesidad de armar a los kurdos para que combatan al ISIS en la región, ya que se opone a desplegar tropas sobre el terreno y sólo es favorable a operaciones de fuerzas especiales para objetivos concretos.
A este respecto, Trump retomó el argumento de que la retirada de Irak del ejército estadounidense fue el origen del ISIS, y criticó la gestión de su rival al frente de la Secretaría de Estado, por una “débil política exterior”, por el pacto con Irán sobre desarrollo nuclear y por quedarse atrás en la carrera armamentística con Rusia.
Por lo demás, ambos han destacado que sus respectivas políticas fiscales ayudarían a crecer más rápido a la economía estadounidense y favorecer a la clase media, y los dos se han señalado como los mayores defensores de las minorías. En Sanidad, Trump esgrimió la abolición del ‘Obamacare’ para permitir que las aseguradoras compitan sin limitaciones de fronteras estatales, mientras que Clinton ha abogado por la reforma de la ley sanitaria para reducir sus costes y mantener o mejorar sus coberturas.
El debate ha sido incluso más bronco que el celebrado hace unos días en Nueva York, con un Trump a menudo desesperado por ser interrumpido por los moderadores cuando excedía el tiempo. “Son tres contra uno”, ha apuntado al inicio, dejando entrever que los dos árbitros se ponían de parte de Clinton. El magnate pasó de estar estático junto al taburete en el inicio a deambular por el plató mientras su rival respondía a las preguntas de los ciudadanos. Clinton se desenvolvió mejor en este sentido, respondiendo cada pregunta de los asistentes con mayor cercanía. El público aplaudió algunas intervenciones de ambos lados, pese a la petición de los moderadores de que mantuvieran silencio
El encuentro se inició como concluyó: subrayando lo áspera que está siendo la campaña electoral. “¿Pueden decir algo que admiren el uno del otro?”, preguntó el último ciudadano. “Sus hijos”, respondió ella. “Que es una luchadora”, dijo él. Por una vez, Trump se atuvo a la pregunta. Posiblemente la única vez que no debía hacerlo, cuando debía aprovechar para lanzar un mensaje final como hizo su rival. Quizá porque sabía que no había arrasado y que Clinton está a un sólo paso de derrotarle en las urnas el 8 de noviembre.