Mery canta a niños que saben que morirán para hacerlos sentir tranquilos
A diario muchos niños fallecen por accidentes o enfermedades, pero en lo que llega el momento final, sufren gran angustia, algo que puede tranquilizarse con un poco de música.
Mery Martínez-Gil es guitarrista y vocalista, y tiene un objetivo: ayudar a los niños en fases terminales a estar en paz y marcharse tranquilos.
Desde 2009, Mery ha ayudado a morir en paz a más de medio centenar de niños, utilizando solamente su guitarra.
La joven es diplomada en Magisterio musical y tiene estudios de musicoterapia, y aunque pudo elegir cualquier trabajo, optó por ayudar a los niños en situaciones difíciles.
“Algunos tienen miedo. Me ha sucedido que paro de cantar o de tocar y un niño (de esos que te entienden, generalmente enfermos oncológicos) rompe a llorar y llama a su madre. Saben que se están muriendo y ven que van perdiendo sus fuerzas. Y al terminar la música te dicen: ‘Tengo miedo‘”, confiesa.
El efecto Mery
Mery acude varias horas a la semana al Hospital Centro de Cuidados Laguna de Madrid, aunque también va a las casas de los pacientes, gracias al apoyo de la fundación Porque viven.
Cuando ella toca, la frecuencia cardíaca de los niños se reduce y aumenta la saturación del oxígeno en sangre, además de que tienen una gran sonrisa.
Este sentimiento que provoca en los niños se le ha nombrado como el efecto Mery.
La guitarrista cuenta que descubrió la discapacidad cuando hacía sus prácticas en Magisterio y tuvo que dar su primera clase sola.
“Por entonces no me gustaban especialmente los niños. La primera clase que tuve que dar sola, estaba en un aula donde recuerdo a una niña con trenzas y unos ojos enormes, una chica que tenía una parálisis a causa de una tumoración en una columna. Fue escuchar la música y la niña se tiró al suelo y se puso a reptar. Y yo dije guau, como el que tiene un arma muy potente en las manos y no lo sabe”, declara.
Relata que muchos niños requieren quimioterapia, pero sólo el 30% tiene cáncer. Los demás la necesitan por patologías neurológicas, metabólicas, cromosómicas, donde se van perdiendo las capacidades que antes tenían. Ahí es cuando entra para ayudarlos a afrontar el momento.
“Muchos padres con niños en paliativos dejan de cuidarse, levantan muros muy altos a su alrededor, como tratando de que nada les afecte; saben que sus hijos siguen vivos, sí, pero desconectados. De repente, con la música, les ven sonreír y entonces cambian. Con la música hay un plus emocional que con la palabra a secas no existe”, cuenta.
A veces ríe, a veces llora
Su trabajo no es sencillo, pues a veces llora cuando está cantando, aunque no es algo que considere malo.
Otras veces ríe al ver la felicidad de esos pequeños, que por un momento, olvidan lo que les ocurre.
Lo más difícil es cuando uno de los pequeños muere. En esos momentos, va al velorio pero no llora porque recuerda con dicha la sonrisa y alegría de los niños cuando ella les cantaba
“Hubo un niño enfermo de cáncer al que no le quedaba mucho de vida que me pidió que hiciéramos una versión de I need a hero [Necesito un héroe], de Bonnie Tyler. Hicimos la versión. Yo le cambié el título y la llamamos: Eres un héroe. El niño cambió la letra de la canción que decía: ‘Todavía no me he ido y ya os echo de menos’. Tenía nueve años”, narra.
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