Por: EFE/PARÍS
De hecho, en abril de 2011 ya se consideró que se habían cubierto los objetivos de Goce, que ha estado evolucionando en una órbita excepcionalmente baja para un satélite de investigación.
Si en un principio su órbita se situaba a unos 255 kilómetros de la Tierra, en agosto de 2012 el equipo encargado de su control decidió colocarlo en otra a 224 kilómetros, lo que ha permitido incrementar la precisión y la resolución de sus medidas, y en consecuencia un mayor detalle en ciertos fenómenos oceánicos de menor magnitud, como las corrientes de Foucault.
Su principal equipamiento es el gradiómetro -el primero que se envió al espacio- con el que se ha establecido una cartografía de las variaciones de la gravedad terrestre con una precisión desconocida hasta ahora.
Los científicos han utilizado igualmente los datos que ha recopilado para obtener el primer mapa mundial en alta resolución de la frontera entre la corteza terrestre y el manto, una zona de transición denominada moho.
En paralelo, Goce se convirtió en el primer sismógrafo en órbita, ya que detectó ondas sonoras generadas por el temblor que provocó el mortífero tsunami de Japón, el 11 de marzo de 2011.
El director de programas de observación de la Tierra de la ESA, Volker Liebig, destacó que “esta misión innovadora ha sido un verdadero desafío para todo el equipo implicado”.
Liebig citó para ilustrarlo la fabricación del primer gradiómetro espacial, el mantenimiento del satélite en “una órbita tan baja” o su desplazamiento en la última fase a una órbita todavía más próxima a nuestro planeta.