Por Gustavo Martínez Contreras
Los recientes disturbios en el país por el alza de las gasolinas me tienen intrigado, no descifro a quién benefician o a quién quieren perjudicar, tampoco me queda claro que la gente se despierte y, sin nada mejor que hacer, vaya a saquear tiendas de autoservicio, llámenme buscador de complots, pero algo no checa. Cuidado con despertar al México bronco porque le da por hacer revoluciones, desordenadas, pero revoluciones al fin y al cabo.
Porque, oiga usted, si quiere tumbar un árbol, no anda sacudiéndole las ramas, esto, más bien, es una prueba para el secretario de gobernación en sus aspiraciones presidenciales. Ante este escenario ¿quién tiene la capacidad de movilizar a la gente hacía el caos? No lo sé, pero advierto que las patadas en Los Pinos están desatadas, en una de esas y hasta en los hue… sos se andan pegando.
Protesta convertida en rapiña no tiene pies ni cabeza pero sí mensajes claros de sucesión presidencial, qué lástima por los muertos, pero no son más que parte del juego macabro de la política a la mexicana donde la moral es un árbol que da moras (decía don Carlos Jongitud Barrios, aquel líder magisterial anterior a Elba Esther) y los escrúpulos son un juego de mesa.
Lo último en lo que piensa la clase política es en beneficiar a la gente, así que lo que podemos hacer nosotros, los pobres, es velar por nosotros mismos, y de manera organizada protestar contra los enemigos del pueblo: los políticos corruptos y sus redes empresariales.
Nos vemos en la próxima lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar.
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