Por Gustavo Martínez Contreras
Antes de finalizar el año se dio una reunión entre el presidente Peña y los gobernadores para tocar el tema de la seguridad, muy bien, los señores están preocupados por la creciente violencia, se dijeron discursos muy enérgicos de cómo está la situación, muy bien, saben que el problema es grave, hablaron de profesionalizar a sus policías, ¡lotería! ¡Saben la solución! Eso me lleva a una muy sesuda reflexión: ¿por qué no lo han hecho?
Hace diez años que se empezó la llamada guerra contra la delincuencia organizada y ya se hablaba que en tantos años tendríamos una policía profesional, que la salida del ejército de sus cuarteles para hacer labores policiacas era temporal, que el Estado tenía la capacidad para terminar con los delincuentes más rápido que decir basta, que los recursos destinados a seguridad se han multiplicado, que llevamos no sé qué tanto por ciento de avance…
Se llenan la boca con declaraciones políticamente correctas y de acciones omisas, cuando no, cómplices de lo mismo que dicen combatir, de casos de complicidad no hablaré en este momento, todos los días sale a relucir algún acto de corrupción por parte de esas finísimas personas que, en cualquier Estado de derecho medianamente funcional, deberían estar en la cárcel.
Porque no me salgan con que no sabían que los Duarte eran corruptos, que los Borgue eran corruptos ¿por qué no se les puso vigilancia?…
¿De qué demonios sirven las instituciones fiscalizadoras?
¿De qué diablos sirve tanto aparato burocrático que se encarga de perseguir delitos?
Oiga usted, lo dicho, los gobernadores son omisos o cómplices y los presidentes municipales también. Yo ya me voy a mi posada por un tequilita para éstos fríos, nos vemos en la próxima entrega.
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