Juan Manuel Jiménez García.
Las Choapas, Ver.
Una pieza fundamental en la celebración del día de Muertos, es sin lugar a dudas el pan, alimento básico en los altares y ofrendas para los fieles difuntos.
Sobre el pan de muertos existen varias leyendas, algunas cuentan que a la llegada a de los españoles, prevalecía un sacrificio prehispánico que consistía en arrancarle el corazón a las doncellas que eran sacrificadas a los dioses, con el arribo de los primeros misioneros religiosos, es practica fue suspendida, pero los indígenas tratando de conservar la tradición, elaboraron un pan en forma de corazón.
Otra versión, hablan de un pan hecho con semillas de amaranto y que era sumergido en sangre de mujeres que eran ofrendas en los ritos para honrar a las deidades.
Pero la teoría más aceptada por los creyentes, es aquella que señala que fue un alimento elaborado para representar de manera simbólica las comidas que le gustaban a los difuntos cuando estaban en vida, y cuenta la leyenda que estos panes perdían su sabor los días 1 y 2 de noviembre, cuando los muertos visitaban a sus familiares vivos.
Por cierto los abuelos prohibían comer estos panes y demás alimentos que se colocaban en los altares como ofrendas.
Pero cualquiera leyenda que fuera la verdadera, dejó como legado un alimento que se ha hecho tradicional en varias familias mexicanas y paso de ser un alimento netamente religioso a ser de consumo popular.
En calles de esta ciudad, puestos ambulantes y panaderías, ofrecen el pan de muerto, que a través de los años ha sufrido modificaciones y que ahora de manera comercial, podemos encontrar de diferentes tipos y sabores.
Aunque no se compara a la venta de la rosca de reyes, el pan de muerto es comprado para convivir con la familia, acompañado con un rico atole, café y los jóvenes con refresco de cola.
En el centro de la ciudad, las panaderías establecidas, también ofrecen el pan con diferentes tamañas y precios.
