Cerca de 690 objetos, divididos en dos lotes, que han sido puestos a resguardo permanente del museo.
Francisco Morales V.
Agencia Reforma
Lo que se vive en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo es una suerte de reencuentro. En una bodega, junto al estudio del artista, cientos de piezas arqueológicas esperan su reubicación.
“Es como si volvieran a casa”, dice Luis Rius, director del recinto de San Ángel, inmueble funcionalista diseñado por Juan O’Gorman que habitó el pintor.
Se trata de cerca de 690 objetos, divididos en dos lotes, que han sido puestos a resguardo permanente del museo. Aunque ambos lotes son de gran valía, el primero tiene peso histórico: es, quizá, la única parte de la colección arqueológica de Rivera que no está en el Museo Anahuacalli.
El artífice de este cambio de custodia es el arquitecto Juan Hurtado, sobrino de la última esposa del muralista, Emma Hurtado, su galerista y agente con quien pasó sus últimos dos años de vida (1955-1957).
El primer lote, de 85 piezas, fue un obsequio que Rivera le hiciera a Hurtado a través de los años, por lo que no llegó a incluirse en el acervo del Anahuacalli. En esta colección, dice Rius, se atisba la pasión que tenían por la preservación del patrimonio.
“(Rivera y sus contemporáneos) fueron impulsores de las leyes que se crearon a partir de 1972 de resguardo y registro de patrimonio cultural”, explica.
Figura importante del arte moderno por derecho propio, Hurtado protegió el acervo y lo registró ante el INAH en 1978. El conjunto de piezas ostenta el número de registro 20.
A decir del equipo del museo, Juan Hurtado realizó un gran trabajo resguardando la colección, meticulosamente, con el orden en el que fue registrada décadas atrás. Esto facilitó la revisión que actualmente se hace en el museo.
“Hay verdaderamente una gran diversidad. Hay figuras antropomorfas, zoomorfas, maternidades, temas mortuorios, un metate, jarras, vasijas, cuentas de joyería y policromados”, relata Alan Rojas, parte del equipo del museo. Hasta que se termine la revisión del INAH, sin embargo, no se adelantarán detalles sobre las culturas prehispánicas y periodos de las piezas.
Un segundo lote de alrededor de 600 piezas incluye cuentas que serán devueltas a su forma de collar.
Se planea que los objetos formen parte de la exhibición permanente del museo. Antes de eso, para julio de este año, se realizará una exhibición conjunta con la colección de Kurt Stavenhagen, quien fuera gran amigo de Rivera.
En cierto sentido, que ambas colecciones se exhiban juntas, juzga Rojas, es una especie de reencuentro por sí mismo. Ambos vecinos de San Ángel, el pintor y el coleccionista solían intercambiar piezas.