Se cumple una semana del terremoto que sacudió LCH

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Juan Manuel Jiménez García.

Las Choapas Ver.

En la memoria colectiva de los choapenses está fresco el recuerdo de aquella noche del jueves 7 de septiembre del año 2017, cuando un terremoto de 8.2 en la escala de Richter sacudió los cimientos de varios edificios y casas de la ciudad.

El reloj marcaba las 23:49, muchos habitantes ya se encontraban descansando, otros preparaban las cosas del día siguiente, unos se deleitaban con una rica cena y, por el fuerte calor que se sintió ese día, muchos tomaban un baño para refrescarse.

De pronto un fuerte crujido se escuchó en toda la ciudad, para los que se encontraban despiertos, pensaron que estaban mareados y que algo sucedía con ellos, pero al pasar los segundos, segundos que a la mayoría les parecieron eternos, se dieron cuenta que estaba temblando y como pudieron salieron de sus casas para resguardarse en caso de algún derrumbe.

Con expresiones donde pedían el perdón a Dios, gritos de ayuda, confusión y miedo, mucho miedo, agarraban a sus seres queridos para ponerlos en resguardo, para algunos el pánico los inmovilizó por unos minutos pero al ver la magnitud del terremoto reaccionaron y corrieron por su vida.

Después de los casi dos minutos que duró el fenómeno, y donde el shock emocional permeaba en todos los habitantes, poco a poco la calma regresaba a las calles de la ciudad, que lucían oscuras al ser interrumpida la energía eléctrica, la falta de comunicación telefónica contribuyó al caos que se vivía.

El tráfico vehicular se intensificó por la preocupación de saber cómo se encontraban los familiares que vivían al otro lado de la ciudad, los patrullajes de las diferentes corporaciones se intensificaron en busca de alguna victima por el terremoto, pero solo hubo reporte de personas con crisis nerviosas que fueron atendidas por gente cercana.

A través de las redes sociales, se empezaron a dar a conocer las noticias de la intensidad del movimiento telúrico: 8.2, de inmediato y de forma automática, nos trasladamos a la ciudad de México, al año 1985 y nos imaginamos lo peor, ya que por mucho rebasaba el acontecido en la capital del país.

Los noticieros nacionales daban a conocer las primeras imágenes de esta tragedia, se hablaba de estados vecinos, pero conforme trascurría la información, el desastre se centraba en ciudades específicas de Oaxaca y Chiapas.

Después de horas, los choapeses podían respirar de manera tranquila, ya que los primeros reportes indicaban que solo daños menores se habían presentado en todo el municipio.

Pero a pesar de la aparente calma que se vivía, las réplicas ponían de nueva cuenta el Jesús en la boca de los ciudadanos, que se resistían a regresar a sus viviendas.

Un día después de la experiencia para la mayoría de los habitantes de este lugar, todavía la sensación de la noche anterior seguía en la mente de varios, aunque la mayoría trataba de regresar a sus actividades diarias para paliar un poco este estado de miedo.

Al paso de los días, nos sentimos agradecidos de poder contar este episodio como una anécdota más.

Dejamos de preocuparnos por nosotros y empezamos a voltear a otras ciudades como Juchitán, Pijijiapan y otras más, el corazón que esa noche del jueves se mostró temeroso por el sismo, hoy mostraba su lado solidario, organizando colectas y centros de acopio para recaudar ayuda para los damnificados del terremoto.

Hace una semana que para muchas personas sienten que Dios le dio otra oportunidad, que tienen el tiempo para poner las cosas en orden, que revalorizaron la importancia de la familia esos pequeños detalles.

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