Por El Bicho Politikón
La violencia en todas sus formas es un cáncer que crece sin control, todos los días vivimos hechos de sangre cuya saña supera todos los libretos de horror… la realidad superando a la ficción.
Cifras hay muchas, todas nos muestran una sociedad que, de una u otra forma, se ha ‘acostumbrado’ a vivir con el Jesús en la boca ya que las autoridades no dan pie con bola.
Pero existe un tipo de violencia más dolorosa, una violencia más abyecta, que se sufre en la soledad de cuatro paredes, que la comete quien debería ser protección y fuente de amor… el esposo, el padre, el novio, el hermano, padrastro. La violencia contra la mujer… una cobardía.
Y cuando se da en contra de las niñas… doble cobardía.
En estos casos, la violencia es de toda la sociedad, una familia que calla, unos vecinos que no ven ni oyen, unas autoridades que no actúan… hasta que es demasiado tarde. El feminicidio es el final de la violencia, el pico de la pirámide… en el inter se vive un infierno.
Agresiones verbales, empujones, golpes, violaciones… muerte.
La cosificación de las mujeres, el ser desechables… las muertes que se van acumulando. Las alertas de género que no generan nada.
Martha, Lupita, Juanita… miles de mujeres que empezaron a perdonar un empujón o una mala palabra, mujeres que confiaron en el amor y terminaron siendo víctimas del odio más brutal, mujeres que no encontraron eco a las súplicas de ayuda y que muchas murieron con la esperanza de que su victimario cambiaría algún día… si cambió, se volvió asesino.
Somos una sociedad violenta que reproduce violencia…
Los gritos de ya basta han incomodado a las buenas consciencias, quienes se quejan de lo ruidosas que son, pero guardan silencio ante las muertas por odio, la eterna doble moral.
Una vez más… Ya basta… ni una más!
Pues eso.
