Carta a Mara

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Querida Mara:

Ha sido un fin de semana terrible.

El viernes por lo pronto, era día de “celebrar a México” y tras haberse notificado la aparición de tu cuerpo sin vida, la conmoción en los medios y redes fue impresionante.

Ante tal reacción, uno se cree que el hecho de arrebatarle la vida a una chica en las condiciones en que lo hicieron contigo, debería cimbrar a todo un país. Pero no fue así. La celebración de la patria siguió su curso.

Si vieras la celebración en el Zócalo: el famoso “Grito” fue un montaje tan artificiosamente armadito, que cualquiera que lo haya visto y no conozca la realidad de nuestro país, podría creer que en este “cuerno de la abundancia” no pasa nada grave.

¿Sabes? Esta vez nuestro lábaro patrio fue entregado al Presidente Peña por una escolta de mujeres de la Heroica Escuela Naval Militar.

Daba la impresión que con este cambio, la cuota de género se hallaba saldada y qué mejor un evento como este para tal fin.

¿Y qué decir de la familia presidencial? Se veían impecables; no falló nada en el arreglo ni en el maquillaje de las mujeres del Presidente.

Sin embargo, las mujeres de abajo (disculpe usted, Don Mariano Azuela, pero 101 años después por acá seguimos igual), las del Zócalo, no se veían tan “producidas”; pero al igual que las de arriba, estaban jugando su papel, el de venir “en apoyo” al evento, bajo esa denominación tan penosa que nombramos “acarreados”.

Como podrás imaginarte, aquellos que no estuvieron en este tipo de eventos oficiales, se abocaron a celebrar a su México, de esa forma tan peculiar que tenemos de ser “más” mexicanos en ese día, incluyendo desde luego el pozole, la garnacha y la música vernácula.

El sábado se convocó a la marcha en la Ciudad de México como protesta por tu muerte.

Yo me enteré por la noche.

No soy afecto a seguir las noticias a profundidad y fueron mis hijas las que me pusieron al corriente de en qué iban las cosas contigo.

No dudamos en ir y nos dispusimos a hacerlo desde temprano el domingo.

Por mi parte, no he dejado de pensar en ti, apenas he visto una foto tuya, sólo eso, pero mi cabeza no ha cejado de pensar en tu sufrimiento, en tu vida coartada. Y con ese ánimo acudí a la marcha.

También pienso obsesivamente en tus padres y en tu familia; en parte es por mi profesión, tan acostumbrada a lidiar con toda suerte de dolor emocional y con lo traumático de la vida cotidiana, pero también, he de confesártelo, porque soy padre. Y porque es imposible no imaginarse a uno mismo en circunstancias similares a las de tu familia, no precisamente porque mi mente tienda a ser catastrófica, sino porque en este México actual, a cualquier mujer le puede suceder lo que a ti te sucedió; toda mujer vive expuesta a la misoginia y lo que es peor, a los crímenes de odio.

Bueno, pensándolo bien, no todas las mujeres de este país; algunas como las hijas e hijastras del Presidente han de estar re bien protegidas.

Te comparto, que en los últimos seis meses a una de mis hijas la han asaltado dos veces, por cierto, una de ellas viniendo en un taxi de Uber y lo que ha sido peor, es que también fue violentada hace poco, como no es raro que suceda, por una maestra en la Escuela Libre de Derecho.

De esta abogada se sabe que realiza los exámenes bajo la consigna de que si la examinante es bonita, seguro la va a reprobar.

Y así lo hizo.

La violencia hacia las mujeres con frecuencia es un camino de dos vías y la misoginia toma caminos a menudo insospechados.

Cuando eres madre o padre en este país tienes que arreglártelas internamente para lidiar con la incertidumbre de “soltar” a tus hijos a la vida y asumes que cada uno de ellos lo hará como mejor le plazca (entaconada, escotada, etc.). Con esa incertidumbre habrán tomado la decisión tus padres cuando te mandaron a estudiar a Puebla y mira nada más los resultados.

Pero la marcha de la CDMX no fue la única; ayer once ciudades realizaron algún tipo de manifestación ante la indignación de tu muerte.

Te cuento que en la Ciudad de México se nos convocó a salir desde el Zócalo, frente a la Catedral. Hubo de todo, como suele suceder en las manifestaciones en donde la gente hace uso de su capacidad y derecho de indignación y esta vez no fue la excepción.

El inicio fue peculiar pero muy demostrativo de nuestra realidad respecto al género.

En el punto de encuentro convocado, aún quedaba algo de la gradería del desfile del día anterior y estaba siendo utilizada esta vez por los acarreados de Mancera.

Al inicio de la marcha, hombres –y también algunas mujeres-, empezaron a chiflar y a hostigar a las manifestantes. Algunos bajo el efecto de la cerveza a pleno mediodía, no dudaron en “sabrosear” descaradamente a las mujeres de la manifestación.

Fue espeluznante, Mara, constatar a través de una coincidencia de eventos como los que te narro, la realidad de un país como en el que vivimos.

A muchos resulta muy difícil de creer, pero en este país la pobreza y la falta de educación son uno de los activos más importantes de los gobiernos; sin estos elementos, no podrían obrar en la manera que lo hacen. Es justo en esos momentos en que los ciudadanos de a pie perdemos por momentos la esperanza de que las cosas puedan cambiar y nos invade como la humedad en una pared, esta tremenda sensación de indefensión.

Ay Mara, con la gente de la marcha encontré a muchos que como a mi familia, nos duele tu muerte, nos duelen las circunstancias en que se hallan tantas mujeres.

Resignificar una tragedia como la tuya a través de lo que hemos visto el fin de semana no está nada mal, pero me parece insuficiente.

Gracias a ti, se han empezado a escuchar propuestas interesantes en relación a la seguridad de las mujeres y por enésima vez se ha levantado la voz para denunciar los feminicidios e intentar hacer alguna mella a la inercia machista.

Espero que algo bueno salga de esto.

Sin embargo, cuando mis pensamientos regresan a tu familia, una suerte de pudor me previene cuando pienso en sus corazones; para ellos en estos momentos tu muerte sólo ha de significar transitar por la tragedia; y eso es mucho. A ellos mis condolencias.

Tú, descansa en paz.

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