Casi 200 mil personas de todo el mundo presenciaron en la Plaza de San Pedro la última audiencia general de Benedicto XVI, quien se mostró muy conmovido
EFE
27/02/2013 07:45
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de febrero.- El papa Benedicto XVI mostró hoy su lado más humano y emotivo ante casi 200 mil personas que se acercaron a la Plaza de San Pedro para despedir al pontífice en su última audiencia general, un día antes de hacer efectiva su renuncia a la silla de Pedro.
Ante el pórtico de la imponente Basílica de San Pedro, los purpurados, sentados en sillas y de cara a la plaza, aguardaban la llegada del pontífice, de 86 años, mientras una muchedumbre agitaba banderas de todas las partes del mundo y coreaban “Benedicto, Benedicto” en la plaza períptera proyectada por Gian Lorenzo Bernini entre 1656 y 1667.
Otros prefirieron rezar el rosario, en suave murmullo, a la espera del Papa.
El sol, que ha acompañado a Benedicto XVI en todas sus apariciones publicas desde que el 11 de febrero anunciara que el 28 abandonaba el Pontificado, a pesar de mal tiempo que arrecia Italia, tampoco ha faltado hoy a su cita aportando una calidez y una luz límpida.
Cuando el Papa, abrigo y solideo blanco impoluto, ha aparecido a bordo del papamóvil, la ovación ha sido tan general que hasta las palomas y gaviotas que revoloteaban sobre la explanada han cambiado el rumbo de su vuelo.
Benedicto XVI recorrió a bordo del papamóvil junto a su secretario particular, Georg Ganswein, la gran explanada para acercarse más a los fieles y peregrinos que trataban de inmortalizar con sus cámaras el momento, ciertamente histórico, y con una parada puntual para coger en brazos a un recién nacido y bendecirlo.
Sentimientos a flor de piel
Después, la alocución del Papa alemán, tan íntima, tan cercana, tan confiada con los allí congregados sumió a los peregrinos en un profundo silencio, roto de vez en cuando por fuertes aplausos ante las sinceras y sencillas palabras pronunciadas con voz trémula por Benedicto XVI.
El Papa relataó cómo se ha sentido en su pontificado, en el que reconoció ha habido momentos de contrariedad y cómo su decisión de renuncia no la ha tomado por motivos particulares, sino por el bien de la Iglesia.
“No abandono la Cruz”, dijo y fue largamente aplaudido por casi todos, cada vez más emocionados, mientras el Papa sin inmutarse aseguraba que “la Iglesia está viva”.
A medida que el Papa avanzaba en su discurso sobre el proceso de su renuncia el silencio se tornaba en clara conmoción de los allí presentes.
Al finalizar su discurso, las gentes aclamaron, aplaudieron, nombraron, ovacionaron al Papa durante largos minutos, y muchas de las gentes, lloraban.
“Ha sido una alocución muy personal respecto a otras audiencias”, dijo el sacerdote Italiano Ettore Russo, de 42 años, “ha puesto mucho corazón, mucha intimidad. Ha hablado con la sinceridad con la que habla el padre al hijo, un hermano a su hermana”.
“Se respiraba conmoción en el aire”, agregó.
Para Antonello Jagen, de Trieste, la ceremonia ha sido “absolutamente maravillosa. El papa ha dejado un increíble testimonio de fe y de servicio a la Iglesia”.
Poco a poco la plaza se fue despejando a la espera de que mañana Benedicto XVI salga del helipuerto del Vaticano a bordo de un helicóptero, para dirigirse a Castel Gandolfo a las cinco de la tarde