EL ÁRBOL QUE ENDULZA LAS AGUAS

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Dr. William Soto Santiago

                             Leemos en el libro del Éxodo, capítulo 15, verso 22 en adelante, donde nos habla de un árbol, el cual endulzó las aguas amargas; y dice, capítulo 15, verso 22 al 26:

“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua.

Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara.

Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber?

Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó;

y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

¿Ese árbol representa a quién? A nuestro amado Señor Jesucristo. Ese árbol es Cristo, como también el árbol en el Huerto del Edén es Cristo; y el árbol en Apocalipsis también es Cristo, el Árbol de la Vida]; y Él es el que endulza las aguas amargas.

Y las aguas amargas representan aquí, en esta ocasión, al pueblo hebreo y también representan a todos los hijos e hijas de Dios. Y ahora, vean ustedes, representa al pueblo de Dios.

Por eso, así como Dios sanó las aguas amargas diciéndole a Moisés que colocara ese árbol en las aguas amargas, y quedaron endulzadas, ahora con el Árbol de la Vida —que es Cristo— colocado en las aguas amargas, colocado ese Árbol en el pueblo, se endulza el pueblo y recibe vida eterna el pueblo.

Y vean ustedes cómo aquí, así como Dios sanó las aguas con ese árbol (que le dijo a Moisés que colocara en las aguas), ahora Dios le dice al pueblo hebreo: “Yo soy Jehová tu sanador”.

Él es ese Árbol; Él es Cristo, el Árbol que endulza el pueblo; pues el pueblo, vean ustedes, amargado con la esclavitud, con las enfermedades y con todos los problemas de la vida terrenal, vive una vida dura, llena de amarguras. Pero ahora, con Cristo dentro de la persona, dentro del pueblo, las aguas vienen a ser dulces, porque Él endulza nuestra vida; y entonces le encontramos sentido a la vida, le encontramos el sentido que realmente tiene.

Estamos viviendo en este planeta Tierra para tener esta experiencia única en un cuerpo mortal, corruptible y temporal, en el cual hemos venido a causa de la caída del ser humano en el Huerto del Edén; y desde la caída del ser humano nadie puede venir a esta Tierra con un cuerpo eterno y con un espíritu eterno, sino que la persona toma un cuerpo mortal y corruptible y temporal, el cual nace por medio de su madre terrenal, el cual fue engendrado por su padre en su madre; y al nacer obtiene un espíritu del mundo también.

Y por eso es que el ser humano es inclinado hacia el mal, y por eso es que las aguas de pueblos, naciones y lenguas son amargas. Y lo único que endulza a las naciones, pueblos y lenguas y seres humanos es ese Árbol, el Árbol de la Vida, que es Cristo, el que endulzó las aguas amargas allá. Aquel árbol es tipo y figura de Cristo.

Y ahora, Él es nuestro Salvador y Él es nuestro Sanador del alma; y Él sana el alma produciendo el nuevo nacimiento en todos aquellos que creen en Cristo; y así nos da un espíritu eterno o un espíritu con vida eterna, un espíritu teofánico de la sexta dimensión (que es un cuerpo pero de otra dimensión, parecido a nuestro cuerpo), en el cual la persona va a vivir si termina sus días aquí en este cuerpo mortal; sigue viviendo, pero en ese otro cuerpo de la sexta dimensión.

Y vive allí, en otra dimensión, donde hay agua, donde hay árboles, donde hay pajaritos; pero ni se come, ni se trabaja, ni se duerme como acá en esta dimensión en la cual nosotros estamos; allí tampoco hay noche, por lo tanto, no hay que dormir; y no se cansan tampoco de estar allí. Es un paraíso.

Pero ahora ellos van a regresar a la Tierra y van a tomar un cuerpo eterno que Dios les dará; los resucitará en un cuerpo que Dios les creará, un cuerpo eterno, para vivir por toda la eternidad en ese cuerpo eterno.

El ser humano, por cuanto después de la caída no había ido a la sexta dimensión para allí tomar un cuerpo teofánico, de esa dimensión, un cuerpo eterno, y después venir a esta Tierra y tomar un cuerpo físico también eterno…

Ahora, vean ustedes, por cuanto esa es la única ruta, el único camino, para aparecer aquí con vida eterna, entonces el ser humano tiene que nacer de nuevo: nacer primero en la sexta dimensión; y eso lo obtiene por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, recibir Su Espíritu Santo y así… – cree en Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo y recibe el Espíritu Santo, y así se opera el nuevo nacimiento en la persona, y así ha nacido en la sexta dimensión; ha nacido en lugares celestiales en Cristo Jesús por medio del Espíritu de Cristo.

cY luego, para el Día Postrero, recibiremos el cuerpo eterno, cuerpo físico y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo; para los muertos en Cristo les dará un cuerpo nuevo resucitándolos en un nuevo cuerpo eterno, y a nosotros los que vivimos, si permanecemos vivos hasta que resuciten los muertos en Cristo, pues nos transformará, y nos dará así un cuerpo eterno también, igual al cuerpo de Jesucristo.

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