- El voto latino ha sido decisivo por primera vez para ganar las elecciones
- La ventaja de Obama sobre Romney supera el 40% y es mayor en estados clave
- Los republicanos deben replantearse su política migratoria de cara a 2016
- Su electorado blanco, envejecido y rural ya no es suficiente para ganar.
El pasado 6 de noviembre tres de cada cuatro latinos que viven en Estados Unidos votó por Barack Obama, el mayor porcentaje desde 1996 y más de 50 puntos por delante de su rival, Mitt Romney.
A nivel nacional, supusieron un margen de 5,4 puntos de un candidato a otro. Si la victoria del demócrata sobre el republicano fue de 2,3 puntos, la conclusión es clara: por primera vez en la historia de EE.UU. el electorado latino ha sido clave para decidir quién ocupa la Casa Blanca.
Estos datos, proporcionados por Latino Decisions, la compañía especializada en estudiar el voto de la comunidad latina en Estados Unidos, pueden parecer exagerados pero en esencia coinciden con lo que las grandes compañías de encuestas han publicado tras los comicios.
Por ejemplo, el prestigioso Pew Research Center rebaja la distancia entre uno y otro a 44 puntos – 71% frente a 27%– pero recoge una ganancia de cuatro puntos respecto a 2008 en un momento en el que la porción del electorado que es latino ha superado la barrera del 10% –era de un 9% en 2008 y de un 8% en 2004- y en el que los votantes independientes han dado la espalda a Obama (Romney ganó en este grupo, antes decisivo, por cuatro puntos mientras que Obama venció en 2008 por ocho).
Más aún, la ventaja del presidente ha sido mayor entre los hispanos en los llamados estados clave: en Florida, que sigue inmersa en un eterno recuento, ganó por 21 puntos -frente a los 15 de 2008-, en Colorado venció por 52 puntos -frente a los 23 de cuatro años antes- y en Nevada le sacó a Romney 45 puntos, aunque bajó de un 76 a un 70% de voto.
El reto demográfico
Estas ventajas siderales, unidas al goteo constante de nuevos votantes latinos, es el mayor ejemplo de cómo la victoria de Obama se basa en una coalición –mujeres, afroamericanos, latinos y jóvenes– que muchos expertos consideraban única en la historia pero que los datos han demostrado que ha llegado para quedarse, con el consiguiente terror para los republicanos que quieren volver a la Casa Blanca en 2016.
“El voto no blanco ha estado creciendo lentamente, constantemente. Cada ciclo de cuatro años el electorado se convierte en un poco más diverso y esto va a continuar”, aseguraba a Reuters Paul Taylor, de Pew, que considera que hay una ” poderosa demografía que está cambiado nuestra política y nuestro destino”.
Y es que la demografía tenía buena parte de las respuestas que tanto republicanos como demócratas buscaban en la economía: un país en el que el 29% de la población será latina en 2050 frente al 17% actual y en el que los blancos serán ya una ‘minoría mayoritaria’ a mediados de siglo (el 47%) no puede seguir enfocando temas como la inmigración como lo ha hecho hasta ahora.
En este sentido, la llegada de Obama a la Casa Blanca sería más que el hito histórico que supone el primer presidente afroamericano, el primer paso hacia una auténtica metamorfosis de la primera potencia mundial, donde los negros mantendrían su peso y los asiático-americanos llegarán a ser el 10% de la población.
En el otro lado, una población blanca, cada vez más envejecida y menos numerosa, que el voto en 2012 muestra que está girando justo en dirección opuesta.
“Hay algo de peligroso en el resultado de estas elecciones cuando ves a los viejos blancos moviéndose en una dirección y a las jóvenes minorías moviéndose en la opuesta”, advertía también a Reuters el demógrafo de la Brookings Institution William Frey.
Una nueva generación
“Fueron unas elecciones en las que el futuro ganó al pasado”, añadía tambié a Reuters Marshall Ganz, experto en políticas públicas de la Universidad de Harvard.
Ese futuro es lo que la bloguera del New Yorker Amy Davidson resumía como la “generación de Malia”, en referencia a la hija mayor del presidente que en 2016 ya podrá votar.
Esa generación tiene una visión bien distinta de temas como la inmigración pero también de otros sociales como el aborto o el matrimonio gay de la que tienen los republicanos y buena parte de su base, tal y como se pudo comprobar en los debates del proceso de primarias a principios de año.
Para el analista Mike Murphy, que asesorí a varios prominentes republicanos, entre ellos al propio Mitt Romney y a John McCain, las actuales recetas republicanas para la reforma migratoria y el matrimonio gay son “una receta para la extinción”.
“La cuestión es si vamos a tener una conversación adulta dentro del partido sobre la necesidad de atraer a más que viejos blancos gruñones. Demográficamente el tiempo se está acabando”, ha añadido a Reuters.
La reforma migratoria, posible primer paso
Pese a que el matrimonio gay poco a poco se está abriendo paso en varios estados –Maryland y Maine son los últimos- para el actual ‘establishment’ republicano es más prioritario afrontar el problema migratorio y superar posturas como la de la ‘autodeportación’ que llegó a defender Romney en campaña.
Un nuevo senador de origen latino, Ted Cruz de Texas, señalaba tras los resultados que era necesario reclutar a candidatos que conecten con a comunidad latina de una manera “auténtica y genuina”.
“El partido ha tocado un nuevo suelo. La realidad a la que nos enfrentamos es un cambio muy grande y muy importante en la demografía del país y vemos cómo ha funcionado en Colorado, Florida, Nevada y Virginia“, señalaba a The Wall Street Journal Al Cardenas, jefe de la American Conservative Union y antiguo presidente del Partido Republicano en Florida.
El propio Obama confesaba antes de la campaña al periódico de Iowa Des Moines Register por qué creía que iba a ganar: “Una gran razón por la que ganaré un segundo mandato es porque el candidato republicano y el Partido Republicano han alienado al grupo que mayor está creciendo demográficamente, la comunidad latina”.
El primer paso, según Cardenas, debe ser que la mayoría republicana en la Cámara de Representantes negocie una reforma migratoria bipartidista que deje de lado una retórica que en muchos casos se ha visto como insultante e incluso de persecución a esta comunidad, sintetizada en el famoso sheriff de Arizona Joe Arpaio.
“Es un momento decisivo para el Partido Republicano. Si los republicanos no prestan atención a esta llamada están ciertamente en riesgo de convertirse en un partido irrelevante a nivel nacional”, ha advertido al Washington Post otra estratega republicana latina, Leslie Sánchez.
Sánchez defiende una suerte de “conservadurismo compasivo” que afronte de manera realista la reforma migratoria y la llamada ‘Dream Act’, que afecta a los hijos de los inmigrantes ilegales.
¿Rubio contra Castro?
Este giro político colocaría al senador por Florida Marco Rubio, la mayor figura latina del Partido Republicano, o incluso Jeb Bush, hijo y hermano de expresidente casado con una latina y con lazos muy fuertes con esta comunidad, como líderes a tener en cuenta de cara a 2016.
Mientras, el contador de la influencia latina sigue creciendo y sumando a favor de los demócratas. Según el LatinoVoteMap, un aumento de otros dos o tres puntos del peso latino en el electorado -en torno al 13 o 14%- con un porcentaje de voto similar a los republicanos podría desencadenar el auténtico escenario de pesadilla para los republicanos: que Arizona y, sobre todo Texas, se conviertan en estados competitivos donde los demócratas tengan opciones de ganar.
“Texas probablemente tiene un enorme potencial de tender a demócrata si el partido se compromete con el electorado de allí” predecía Matt Barreto, cofundador de Latino Decisions, en palabras al Wall Street Journal.
Para conseguirlo, los demócratas ya tienen un nombre, que a buen seguro sonará como ticket o incluso como candidato presidencial en 2016: Julián Castro, alcalde de San Antonio, que ya emocionó al partido en la convención de este año.