La ley de Moisés magnificada

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Dr. William Soto Santiago

Hebreos, capítulo 8; y leemos desde el verso 7 en adelante, donde nos habla San Pablo de un Nuevo Pacto que Dios establecería; dice:

“Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.

Porque reprendiéndolos dice:

He aquí vienen días, dice el Señor,

En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;

No como el pacto que hice con sus padres

El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;

Porque ellos no permanecieron en mi pacto,

Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.

Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel

Después de aquellos días, dice el Señor:

Pondré mis leyes en la mente de ellos,

Y sobre su corazón las escribiré;

Y seré a ellos por Dios,

Y ellos me serán a mí por pueblo;

Y ninguno enseñará a su prójimo,

Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;

Porque todos me conocerán,

Desde el menor hasta el mayor de ellos.

Porque seré propicio a sus injusticias,

Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.

Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Y la Ley dada al pueblo hebreo bajo Moisés, bajo el ministerio de Moisés, vean ustedes, fue dada para una nación que fue libertada de la esclavitud en Egipto; y Dios le estableció Sus leyes y también el Pacto bajo el cual el pueblo hebreo estaría; pero el pueblo hebreo le falló a Dios, y por eso tuvo tantos problemas en su vida (el pueblo hebreo como nación); pero Dios prometió que Él escribiría Sus leyes en el corazón de las personas, dando un Nuevo Pacto al pueblo.

Vean, en Jeremías, capítulo 31, verso 31 en adelante, dice:

“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.

No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.

Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo (esto lo mismo que citó San Pablo1).

Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.

Vean cómo Dios engrandece la Ley que dio al pueblo hebreo por mano de Moisés, cuando Él escribe en el corazón de las personas (en tablas no de piedra, como en aquel tiempo, sino en tablas del corazón de las personas) Su Ley, Su Palabra, para así que esté en la mente y en el corazón de cada persona que entra a ese Nuevo Pacto con Dios.

Cristo, cuando en la última cena estuvo con Sus discípulos, tomando el pan, dando gracias a Dios dijo: “Este es mi cuerpo, o sea, mi carne, que por vosotros es partida”. Y luego tomando el vino, la copa con el vino, dijo: “Esta es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por vosotros es derramada”.

En el pan y el vino representó Su cuerpo y Su Sangre del Nuevo Pacto, para que así todos los hijos de Dios pudieran entrar a un Nuevo Pacto: el Nuevo Pacto que Dios establecería por medio de Jesucristo, por medio de Su cuerpo y Su Sangre muriendo en la Cruz del Calvario derramando Su Sangre allí, para así establecer el Nuevo Pacto; para que todo aquel que oye la predicación del Evangelio y cree en Jesucristo como su Salvador: lave sus pecados en la Sangre de Cristo y reciba Su Espíritu Santo, y permanezca así en ese Nuevo Pacto; entre a ese Nuevo Pacto por medio de la Sangre del Nuevo Pacto (que es la Sangre de Jesucristo), y queden escritas…, o Dios escriba en su mente y en su corazón Su Ley, Su Palabra, Sus ordenanzas divinas; y así sirvamos a Dios en y por la fe, al entrar por la fe creyendo en Cristo, la fe en Cristo, entrar así al Nuevo Pacto, en donde Dios escribe en nuestros corazones (o sea, en nuestras almas) y en nuestra mente Sus leyes divinas; y son engrandecidas.

Porque, vean ustedes, Cristo dijo: “No…”; cuando estuvo citando la Ley de Moisés, dijo que estaba escrito en la Ley de Moisés: “No matarás”; pero también Él dice que cualquiera que se enoja locamente con su hermano, ya ha cometido el pecado de matar. Y también dice que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró en su corazón. Eso es la Ley, pero engrandecida.

Moisés había dicho: “No matarás” y también había dicho: “No adulterarás”, pero ahora Cristo engrandece la Ley; y ahora es ampliada la Ley cubriendo todas esas cosas que ocurren no físicamente, sino en el corazón, en el alma de la persona, sin que se manifiesten físicamente esas cosas; porque Dios juzga el corazón de las personas.

También dice: “Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Ese es el primer mandamiento”. Y también dijo: “Oye, Israel; el Señor tu Dios uno es. Y amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.

San Marcos nos habla de esto en el capítulo 12, cuando le hicieron esta pregunta a Jesús. Capítulo 12 de San Marcos, los versos (vamos a ver) 28 en adelante, dice:

“Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.

Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.

Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle”.

Ahí podemos ver cómo la Ley de Dios, los mandamientos divinos, la Ley de Moisés, es magnificada.

Ahí tenemos la Ley magnificada al no reconocer que Dios es uno, y amarlo con toda el alma, con todo el corazón, con toda la mente y con todas sus fuerzas, y amar a su prójimo como a uno mismo. Ahí está la Ley de Dios magnificada en la vida de la persona, engrandecida en la vida de la persona, y escrita en el alma, en el corazón de la persona y en la mente de la persona.

Y esto ocurre bajo el Nuevo Pacto de Dios por medio del Sacrificio de Cristo, ofreciendo Su cuerpo en sacrificio vivo por nosotros, derramando Su Sangre preciosa y limpiándonos así de todo pecado.

Y bajo ese Nuevo Pacto, bajo la Sangre de Cristo y Su Sacrificio, la Ley Divina es magnificada, engrandecida, en nosotros como individuos y en la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes.

Y así este pueblo, que tendría la Ley Divina escrita en sus corazones, sería la Iglesia del Señor Jesucristo. Y luego, en el Día Postrero, Israel, el pueblo hebreo, entraría también al Programa de Dios, en donde la Ley será escrita en sus corazones y en sus mentes; y así el pueblo hebreo, en el cual la Ley de Dios estará escrita por la mano de Dios, recibirá grandes bendiciones de Dios.

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