Son doce piezas de piedra de 9.000 años de antigüedad, que se usaron en el Neolítico como símbolos rituales, antes de que existiera la escritura.
Algunas parecen resemblar caras de personas adultas, otras jóvenes. Las cuencas vacías de los ojos y la apertura de la sonrisa hueca en algunas de ellas, o el amenazante dibujo de unos dientes afilados desafían el paso de los innumerables siglos. Son de piedra, pesan ente uno y dos kilogramos, y pertenecen a una época muy remota, 3.500 años de la escritura, en torno al 7.000 a. C. según los arqueólogos israelíes, que llevan estudiándolas durante diez años, son las más antiguas que se conocen en todo el mundo.
Descubiertas hace años en diferentes áreas de Israel, a las afueras de Jerusalén en el desierto de Judea, en el yacimiento de Horvat Duma, en las colinas de Judea, en la cueva de Nahal Hemar, cerca de la orilla del Mar Muerto, se exponen ahora en el Museo de Israel, en la misma Jerusalén.
Cada una de las doce máscaras es diferentes y aunque no se sabe con exactitud cuál era su función, ya que por su antigüedad no existe ningún registro o referencia sobre ellas, la doctora Debby Hershman cree que las máscaras talladas en piedra caliza fueron utilizadas como parte de un antiguo culto, en el que los chamanes o jefes de la tribu se las ponían durante una ritual o mascarada para honrar a los muertos.