Don Lauro Torres Meza, una leyenda de la marimba

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Personaje del sábado

Por Gustavo Martínez Contreras

El personaje del sábado de esta semana se trata de un hombre que ha traído y llevado su música por todos los rincones del sur del país, en especial lo que es su sello particular: la marimba.

Don Lauro Torres Meza es toda una leyenda musical de Villa Cuichapa, su marimba se ha escuchado a través de muchas generaciones, pero ¿qué otros instrumentos toca don Lauro?

El teclado, la batería un poco, el órgano…

Este hombre de 85 años nacido un 4 de septiembre de 1933 quiere contar su historia desde sus orígenes en La Concepción y en Francita.

Cuéntenos esa parte de la historia don Lauro.

A mi padre se le vino la idea de que yo tocara, ya que mi hermano mayor, Guillermo se llamaba, en un basurero encontró una flauta y la empecé a tocar, entonces mi padre me dijo: “oye, ¿te gusta la música?, yo le dije que sí y se ofreció a comprarme una marimba, yo muy emocionado le dije que sí, fue así que la mandó a pedir hasta Chiapas, con un costo de $ 375 pesos.

¿Cómo era esa primer marimba?

Se trataba de la marimba máxima, con cuatro marimberos y se le ponía otro que se llama contratriple, son cinco, ya no hay más grande, es la máxima. Mi papá que era de planta en la sección 12, en Francita, mandó a traer a un maestro de Chiapas que les empezó a enseñar a mis hermanos mayores, yo todavía vivía en La Concepción, a los 7 años y medio llegué a Francita.

Yo empecé a ver dónde podía aprender a tocar después de ir a la escuela y empecé a ver que a mis hermanos les decían que si fa que si sol que si re y lo que pasa es que mis hermanos solo aprendieron una sola parte, Pedro el mayor aprendió la armonía, mi hermano Guillermo aprendió el triple, pero como que no aprendían muy bien.

¿Y usted qué hizo?

Pues yo me fajé muy bien, yo creo que la música ya la traía en la sangre y aprendí las cuatro partes que tiene la marimba: bajeo, con octavas, acompañamiento para completar el bajo y segundero yo y el triple. Yo me aprendí todo parejo y cuando se fue el maestro pregunta mi hermano Pedro: “¿y ahora quién nos va a repartir la música?”, “pues yo mero” le dije, ya me aprendí todo parejo.

Me preguntaba que si me sabía tal canción y yo le decía que sí, me preguntaba por otra canción, seguro que sí me la sé, yo me sabía el tono de todas las canciones, porque no es solamente tocar por tocar, se trata de llevar el acorde y el tiempo, los cambios de tono y así los puse yo, que era el más chico.

¿Aprendió nomás de estar viendo?

Sí, el maestro les enseñaba a mis hermanos, pero yo me fijaba y cuando ellos terminaban de estudiar yo me ponía a tocar. Mis hermanos le decían a mi papá que dejara de tocar, que hacía pura bulla, pero mi papá les decía que no, que la marimba era mía y así seguí todos los días ensayando.

Entonces se fue el maestro y yo me quedé con la marimba, dijo mi papá que los contratos iban a ser conmigo y con mi hermano

¿Cuándo fue la primera vez que tocó y que le pagaron?

La primera vez fue con el señor Adelfo Jiménez, allá en Francita, fue una boda.

La mudanza.

En 1948 a mi papá lo movilizan para Cuichapa, junto con Florentino Cordero, Constantino Gallegos y Sulbarán, entonces salimos de Francita y nos mandaron con una lancha al Paso del Arenal, de ahí agarrábamos el kalamazo, pero primero se fueron los otros tres y a mi papá lo dejaron hasta lo último.

Nos dieron las doce de la noche y nosotros seguíamos en el Arenal y le dije a mi papá que yo iba a ver qué pasó y me fui, pasó que en el kilómetro 4 se había descarrilado el kalamazo, por lo que llegamos a Cuichapa hasta las 3 de la mañana del 29 de octubre, habíamos salido el 28, el día de san Juditas y llegamos a donde estaba la panificadora, que hasta ahí llegaba la vía.

Subimos por un camino por donde vivía el finado Polo Escudero y el primer amigo que conocí fue a Pablo Chable Cruz, porque él andaba tomando y me dijo “qué pasó amigo”, “pues aquí estamos” le contesté, y ya nos empezó a ayudar a cargar cajas de libros (entonces yo estaba en la primaria), y ya acarreamos todo.

Ya en Cuichapa, ¿cómo le fue?

En ese entonces había un kiosko que era del señor Andrés Delgado, que le decían el “Bombacho”, ahí trabajaba la señora Desideria que le decían “La Pistacha” y doña Inés “La Alvaradeña” y ahí nos la pasamos todo el día tocando, desde las 7 de la mañana, siempre tocábamos 3 días por semana, en Cuichapa había marimba, pero esa era de la escuela y no salía.

A nosotros nos buscaban para cumpleaños y todo tipo de eventos, había ocasiones que pasábamos con la marimba (la cargábamos, no había calles) y nos decían:

-Quiubo Lauro, toca una hora”,

-Pero manito, es que voy a tocar en otro lado”, yo les explicaba.

-No Lauro, toca aquí. Metían los billetes en las teclas de la marimba y pues ya obligados pues teníamos que tocar.

Entonces, ¿había mucho trabajo?

Era una fiebre de marimba, yo tenía 15 años y todo mundo me iba a buscar para que fuera a tocar, son casi 70 años tocando.

Estuvimos tocando en las Novenas de la Señora del Sagrado Corazón desde 1949.

Todas las fiestas se amenizaban con marimba, las 9 posadas me contrataban y eran chulas, no como ahorita que puro relajo, después de los rezos a tocar y a bailar con la marimba.

Fiesta en Moloacán.

En una ocasión nos contrataron para tocar en Moloacán, con Daniel Cortés, era la época de los Danieles, cuando se intercambiaban el poder, era un sábado de Gloria de 1949, fue la semana santa cuando don Wilfrido mató a su esposa y después se suicidó.

Para llegar a Moloacán desde Francita, ocupaba 4 cargadores para la marimba y un litro de trago, para que no sintieran la cargada, porque, además, desde ese entonces ya le entraba al trago, en una ocasión un policía que era de Zacatecas, nos pidió la Marcha de Zacatecas, yo me la sabía pero la marimba tenía un problema y sonaba muy feo, así que le dije que no me la sabía, pero a ese policía yo le caía mal.

En una ocasión en la cantina de La India Bonita así me lo dijo, que yo le caía mal, entonces le dije a Daniel de esa situación y me dice que dejara de tocar, que dejara la marimba ahí y que me fuera porque me iba a matar el comandante por no saberme la Marcha de Zacatecas, y así le hice, me escape por el monte y como no había camino por ahí, preguntando a la gente que dónde estaba Cuichapa fue que llegué a mi casa sano y salvo, con mi hermano que no tenía pleito, se quedó tomando el comandante.

Cuando veníamos en el camino, se escuchaban los cohetes, y nosotros espantados pensando que venían detrás nuestro, y corríamos duro para que no nos alcanzaran las “balas”, pero eran los cohetes de la fiesta.

Otra anécdota que nos pasó que nos dio mucha risa, en aquel tiempo uno debía tener un permiso de la autoridad para poder tocar y por la loma donde vivía el difunto “Chano” Pérez, por ahí vivía don Mateo Fabregas, que era el agente municipal, entonces llega el comandante Lucas Balcázar, que no sabía leer, y nos dice que no podíamos seguir tocando porque no teníamos permiso, entonces mi hermano le dice, no se preocupe, ahorita le traigo la hoja del permiso. De una caja que teníamos llena de cuadernos sacó una hoja (como el comandante no sabía leer) se la mostramos, incluso de cabeza, y nos dice Lucas, “está bien, todo en orden, sigan tocando” (risas).

Pero nosotros tocábamos por todos lados, había otros que también tocaban, pero donde nosotros amenizábamos, era hasta las tres de la mañana; en cumpleaños, en fiestas, en bodas… de las bodas en las que tocamos están en las de don Antonio Contreras, Jerónimo Ruiz, Lucio Morales, Emigdia Cruz, Hilario Ullóa, Ricardo Pérez, Cipriano Gilbert, Félix Rosado, Ladislao Pérez, Lucía Gómez y muchas más.

Con el tiempo, mis hermanos se murieron y le enseñé al Cuiver a tocar la batería y a Delfino, a quien puse en el bajo, también a una hermana, que se llamaba Lucía le enseñé, y nos íbamos a tocar a los bailes.

Para 1980 le incorporé el teclado al Grupo Supersónico, que así nos llamábamos.

Fuimos hasta Ciudad del Carmen (Campeche), Isla, Minatitlán, Nanchital, Aguadulce, Las Choapas, Acayucan, Ocosingo, Reforma (Chiapas), Cárdenas, Huimanguillo, Francisco Rueda (Tabasco), todos esos lugares hemos recorrido con el grupo y con la marimba.

La vida en Pemex

Tengo 27 años de jubilado de Pemex, pero al inicio fue muy duro, ya tenía dos hijos (Leticia y Rogelio) y empecé a trabajar en 1954 con turnitos como supernumerario, cada tres meses, hasta que completé para mi planta gracias a David Vargas, que era estudiante, y me dijo que lo cubriera, le pasaba $225 pesos, la raya era de $ 590, era casi la mitad del salario y se lo mandaba por correo, pero ahí completé 8 años trabajando y yo les agradezco mucho, si no hubiera sido por eso yo me hubiera ido a otro lado con mi marimba, qué iba a hacer yo con mis niños enfermos.

Mi esposa, María López Martínez, lavando ajeno, me ayudó a pagar mi planta, ahora está un poco enfermita, ya llevamos 59 años de casados.

Estuve en la cuadrilla de sanidad con Don Bartolo Cruz, él era el jefe y me daba chance de ir a tocar y le agradezco mucho.

Fue hasta 1977 que me dieron la planta y gracias a eso me pude jubilar.

Sigue activo a los 84 años

Sí, sigo tocando aunque ya no me puedo desvelar porque ya no hay refacciones para nosotros, de ese material ya no se hacen, están descontinuadas, así llevo casi 70 años tocando y alegrando fiestas.

Seguimos tocando, este fin de semana tenemos evento, continuando con la leyenda. Me gusta mucho que en la calle me saludan, no a veces no los conozco y me gritan “Qui’ubo Laurito” y a mí me da gusto, en esta vida no somos nada, yo le hablo a todo el mundo, hay veces que saludo y ni contestan, porqué hacen eso, se sienten muy importantes, pero cada quien.

Para el 11 de diciembre hay otro evento en el salón Playa Sol de Coatzacoalcos y ahí estamos a lo que Dios diga, sí hay un contrato voy a tocar.

Contrataciones

Para eventos y contrataciones tenemos los teléfonos 923 238 6788 y 923 111 9072 o en la calle Simón Bolívar 28, colonia Tulipanes, la marimba o con grupo completo.

Despedida

Nos despedimos de esta leyenda viviente de la música, toda una institución a la que le dedicamos este sencillo homenaje para que quede constancia de su paso por estas nobles tierras.

Fue un gusto platicar con Don Lauro que ya para retirarnos nos comenta que el danzón que más le gusta es Nereidas, el cual empieza a tararear. Con eso nos despedimos.

Dios bendiga a Don Lauro y a su familia.

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