Y pusieron impuestos por cada perro, coche y carreta en época de Santa Anna

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Juan de Dios Olivas El Diario | 2013-10-19 | 23:31

Un peso de impuesto a cada hotel, pulquería, café o fonda de una sola puerta, tres por cada una de las demás; cinco pesos por coche, carreta o carruaje de cuatro asientos, dos pesos y medio por los de dos sillas, y un peso mensual por cada perro y otros dos por cada caballo frisón y de silla.
No, no se trata de la reforma fiscal propuesta por el actual Gobierno, sino de la que impuso hace 160 años el general Antonio López de Santa Anna, quien más tarde extendería los cobros a la población por cada puerta y ventana de sus viviendas y hasta las luces en el exterior de cada propiedad.
Era el 29 de mayo de 1853 y el mandatario, quien se hizo llamar “Su Alteza Serenísima” y ocupó la Presidencia de México en 11 ocasiones –la mitad de las veces por aclamación popular–, decretaba una política de recaudación de impuestos que provocó el rechazo general y, al final, de nuevo y por última vez, su dimisión a la Presidencia.
Un peso de impuesto a cada hotel, pulquería, café o fonda de una sola puerta, tres por cada una de las demás, cinco pesos por coche, carreta o carruaje de cuatro asientos, dos pesos y medio por los de dos sillas, y un peso mensual por cada perro y otros dos por cada caballo frisón y de silla.
No, no se trata de la Reforma Fiscal propuesta por el actual gobierno, sino de la que impuso hace 160 años el general Antonio López de Santa Anna, quien más tarde extendería los cobros a la población por cada puerta y ventana de sus viviendas y hasta las luces en el exterior de cada propiedad.
Era el 29 de mayo de 1853 y el mandatario quien se hizo llamar “Su Alteza Serenísima” y ocupó la Presidencia de México en 11 ocasiones–la mitad de las veces por aclamación popular-, decretaba una política de recaudación de impuestos que provocó el rechazó general y, al final, de nuevo y por última vez, su dimisión a la Presidencia.
La recaudación de esos impuestos fue poco efectiva en Paso del Norte, en parte a las distancias y al aislamiento de la nueva frontera, dice el Cronista de la Ciudad, Filiberto Terrazas.
Sin embargo, el gobierno de Santa Anna si dejaría su huella política aquí, al quedar dividida en dos la región, tras perder México la mitad de su territorio y establecerse la nueva línea divisoria.
Más tarde la codicia de los estadounidenses y del gobierno de Santa Anna, darían un nuevo golpe al País al vender el gobierno mexicano, en diciembre de 1853, el territorio de La Mesilla.
Ese territorio, ubicado al oeste del Río Bravo, en lo que es el suroeste de Nuevo México y sur de Arizona, comprendía más de 76 mil kilómetros. Ahí, el padre Ramón Ortiz quien participó en la defensa de Paso del Norte, había establecido una comunidad con desplazados de la guerra, quienes en esa ocasión no serían corridos por necesitar de sus brazos para el trabajo pesado.
Por la venta de La Mesilla, el gobierno de Santa Anna se embolsaría 10 millones de pesos que utilizaría para obras, pero principalmente al pago de la burocracia, que incluía a 90 mil soldados, sobre los que sostenía su poder político.
El Seductor de la Patria
De acuerdo con el historiador Roberto Espinosa de los Monteros, el general Antonio de Padua Severino López de Santa Anna Pérez de Lebrón, quien nació en Jalapa, Veracruz, el 21 de febrero de 1794 y murió en la ciudad de México el 21 de junio de 1876, a los 82 años,  fue un personaje emblemático del caótico Siglo XIX mexicano.
Como militar realista, trigarante, republicano, federalista o centralista, buscó siempre sobresalir a toda costa y en su trayectoria en la milicia o política destaca su participación en la defensa de México contra la expedición del español Isidro Barradas para reconquistar el País.
También su incursión en contra de la rebelión texana, la “Guerra de los Pasteles” y su criticada actuación en la intervención estadounidense, que le ganó ser acusado de todos los males del país.
Enrique Serna en la novela histórica “El Seductor de la Patria”, recuerda la frase que se le atribuye haber contestado en cierta ocasión que se le cuestionó porque vendió la mitad del territorio mexicano:
“¿Vender yo la mitad de México?, ¡Por Dios! cuando aprenderán los mexicanitos que si este barco se hundió no fue solo por los errores del timonel, sino por la desidia y la torpeza de los remeros.”
Santa Anna contaba 16 años cuando en julio de 1810 se dio de alta en el Regimiento Fijo de Veracruz y comenzó su carrera militar. Al estallido de la Guerra de Independencia, combatió a los insurgentes en las provincias de Veracruz y Tamaulipas.
Una década después, como tantos otros oficiales realistas,  termina por adherirse al Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821, cuando Agustín de Iturbide proclamó la Independencia de México.
Como premio a su actuación al lado de Iturbide, es designado comandante general de Veracruz y tiempo después el monarca le asigna un cargo en su corte, pero traiciona a su benefactor y suscribe el Plan de Casa Mata, a través del cual pide la eliminación del imperio y la erección de la República.
A su movimiento se adhirieron los ex insurgentes Guadalupe Victoria y el lugarteniente de Iturbide, José Antonio Echávarri, con quienes logra expulsar al primer emperador del México independiente.
No obstante, es marginado del poder y es enviado a Yucatán y no es hasta que Vicente Guerrero es presidente cuando regresa a Veracruz, donde parte a combatir a los españoles, quienes al mando de Barradas intentaban reconquistar México, pero fueron derrotados por Santa Anna en Tampico en 1829.
Dos años después, Santa Anna se levanta en armas en contra del gobierno de Anastasio Bustamante y Lucas Alamán en protesta por las violaciones a la Constitución de 1824 y por el asesinato de Vicente Guerrero en Oaxaca.
La rebelión fue exitosa y catapultó al jalapeño a su primer periodo de gobierno, al que llegó en 1832 llevando como vicepresidente a Valentín Gómez Farías. Pero previo a aplicar una serie de reformas para atacar los privilegios de la Iglesia, así como del Ejército, para concluir con el legado colonial, se retira del poder argumentando problemas de salud.
Militares y religiosos eran las instituciones más poderosas del País, por lo que al surgir el conflicto por los fueros, Santa Anna regresa al poder presentándose como el salvador.
En 1835, implanta el centralismo provocando que Texas y Zacatecas se rebelen, pero los rebeldes en esta última entidad son sometidos, lo que hace pensar que igual de fácil sería terminar con la rebelión texana.
Santa Anna organiza tres divisiones en su Ejército, una al mando de Vicente Filisola, otra bajo las ordenes de José de Urrea y la tercera dirigida por él mismo.
Sus fuerzas logran penetrar a Texas y obtener triunfos como la toma del fuerte del Álamo, en San Antonio, pero en San Jacinto es derrotado por falta de pericia y es capturado por Samuel Houston.
Para obtener su libertad, los texanos obligan al general a entregarle todo tipo de concesiones en el Tratado de Velasco, firmado el 14 de mayo, a través del cual concedía el territorio mexicano a los texanos.
Sin embargo, no fue liberado y es trasladado a Washington, donde se entrevista con el presidente Andrew Jackson. A su regresó a México, desacreditado, se exilia en su hacienda de Veracruz, Manga de Clavo.
En Veracruz, bajo el mando de Mariano Arista se reivindica al participar en la defensa del puerto jarocho contra los franceses, a quienes hace retroceder pero pierde una pierna.
Impuesto a las puertas
Tras la victoria es aclamado como héroe y vuelve al poder para ejercer como dictador e imponer una serie de impuestos y censuras que lo arrojan del poder en 1845. No obstante, un nuevo golpe militar en contra del presidente Mariano Paredes, que restaura el federalismo, lo trae a la escena política.
En esos momentos Estados Unidos anexa Texas y ocupa los territorios al sur del Bravo, declarando la guerra a México, la cual tendría como resultado la perdida de la mitad del País, tras lo cual se exilia en Colombia.
Ahí, duró hasta 1852 cuando el presidente en turno, Mariano Arista fue desconocido y una comisión acude a invitarlo nuevamente a gobernar, pero esta vez encabeza el periodo más escandaloso de su gobierno al ser elevado al rango de Alteza Serenísima y nombrado presidente vitalicio con la opción de nombrar a su sucesor.
En este periodo, eleva los impuestos y crea otros absurdos como los asignados a las puertas, ventanas y animales; destierra a Arista a los liberales, entre los que se encuentra Benito Juárez; reprime a la prensa y concentra él mismo los fondos de la hacienda pública para dedicarlos a desfiles, procesiones, fiestas militares y ceremonias religiosas.
El 29 de mayo de 1853, declara los ramos que forman parte de la hacienda pública, las cuales modifica el primero de junio para incrementarlas, aplicar exenciones o especificaciones.
De este modo, el 1 de junio de 1853, en el decreto sobre arancel de aduanas son señaladas las cuotas y derechos tanto a las mercancías como a sus envases,  abarrotes y comestibles.
Aplica un 40 por ciento de impuesto al valor factura a “las drogas medicinales, productos  químicos que se emplean en la medicina y en las artes, así como instrumentos, vasijas y toda clase de útiles propios para la farmacia y la medicina.
Entre las nuevas contribuciones se cuentan ahora: Dos reales mensuales por cada canal. Un peso a cada pulquería, hotel, café y fonda de una sola puerta y tres a cada una de las demás. Medio real por cada puesto fijo o ambulante.
También cinco pesos por cada coche, carretela o carruaje de cuatro asientos, dos pesos y medio por los de dos. De tres a cinco pesos los carruajes de alquiler. Dos pesos por cada caballo frisón y de silla. Un peso mensual por cada perro; después por cada animal doméstico.
Las penas van desde la pérdida de los animales, hasta las multas. La multa por no hacer espontáneamente el pago es la triplicación de la cuota y de 200 pesos a los que murmuraran o censuraran al gobierno.
El jefe supremo de la nación, el arzobispo, los secretarios del despacho, representantes de naciones extranjeras y los de las legaciones del gobernador del distrito y el comandante general quedan exentos de pagar impuestos.
El 9 de enero de 1854, el ministerio de hacienda, expide otro decreto en el que especifica la contribución por las puertas y ventanas exteriores de edificios urbanos y rústicos.
El 23 de febrero, aplica otra contribución directa por las luces exteriores de cada casa, vivienda o local y después prohíbe la introducción de impresos que ataquen o censuren las disposiciones del gobierno.
La gente se rebela contra la injusticia y cuando la rebelión se extiende Santa Anna se va, para no volver a gobernar México.
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Fuentes: Roberto Espinosa de los Monteros, Antonio López de Santa Anna: Reflejo de una sociedad, en  www.inerm.gob.mx; Enrique Serna, El Seductor de la Patria, Martín González de la Vara, Breve Historia de Ciudad Juárez y la Región; Doralicia Carmona Dávila, Las contribuciones e impuestos en la época de Santa Anna, en www.inep.org

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