La vida sin señal y sus derivados

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Por Gustavo Martínez Contreras

Parecía una ciudad desierta, las actividades de la población se habían suspendido, estábamos desconectados.

La vida está herméticamente ligada a las telecomunicaciones, Villa Cuichapa padeció durante 20 horas la desconexión telefónica y del internet, por lo que no había manera de comunicarse, ni siquiera para pedirle el desayuno a mamá, ya ven que para todo se ocupa el WhatsApp o el Facebook, nos hemos vuelto esclavos del Smartphone.

Claro que la desconexión sirvió para reencontrar viejos amigos de salón de clase, por fin pudimos platicar con los hijos y enterarnos cómo van en la escuela, nos acordamos de aquél vecino y salimos a socializar como se hacía el siglo pasado: cara a cara. Nos enteramos que la vecina que nos gustaba en la primaria ya se casó y tiene dos hijos, que el marido es muy borracho pero la quiere mucho.

No es que yo sea chismoso pero, como decía mi abuelita ‘mi pecho no es bodega’, resulta que ya nació el nieto de la abuelita de mi hija y se va a llamar Oliver, lo cual me da mucho gusto por su papá Leandro que estaba que quería un chamaco para jugar futbol, y por su mamá que quería un muñeco de carne y hueso y así los dos están muy contentos.

Pero que lata, qué creen, ya llegó el internet y me dispongo a regresar a mi cueva para seguir platicando con mis amigos en el Facebook, ya platicaremos cuando llegue el otro apagón. Adiós.

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